Hace unos meses me hicieron coordinador del laboratorio de Física General 2 (FG2) en mi departamento. En mis sueños, eso conlleva una subida espectacular de sueldo, una becaria aún más espectacular para tareas (digámoslo así) apoyo, aparcamiento reservado y una pasta para comprar material.
Luego me despierto y resulta que el personal de apoyo consiste en yo mismo y en mi mecanismo, no cobro un céntimo más, sigo pagándome yo el bonobús, y lo único que me reporta es más trabajo. ¿Por qué me he metido en el fregado? pensará usted. Por dos motivos. Uno: soy un poco tonto. Dos: llevo años haciendo mis prácticas en ese laboratorio, la coordinadora estaba desaparecida en combate y prácticamente me ocupaba yo. Así, al menos, habrá constancia oficial. Quién sabe, a lo mejor un día cambian las normas y me lo convalidan por una décima de crédito.
Otro día os describiré el laboratorio, porque tiene su tela. Hoy me apetece hablar del material. Habitualmente, el coordinador tiene una asignación para comprar lo que se necesite para el uso diario. Eso significa adquirir desde rollos de papel de cocina hasta aceite de motor (para la práctica de la viscosidad), pasando por pilas para cronómetros, fusibles, herramientas, cosas así. Con eso se mantiene el laboratorio, pero no da para comprar prácticas nuevas.
Y la verdad, falta hacen. Algunas prácticas de laboratorio parecen como si las hubiera usado don Santiago Ramón y Cajal en sus tiempos de estudiante. Tenemos una balanza de Mohr-Westphal para determinar densidades de líquidos que es una verdadera obra de arte, pero que se usa en lugar de estar exhibida en un museo. Hay carencias de prácticas más modernas, y nos vendría bien duplicar algunos de los puestos. No hay que olvidar que los alumnos que entran allí suelen ser de primer curso, es decir, destrozones, poco disciplinados y algo manazas. Muy manazas. Es inevitable que las prácticas existentes se vayan estropeando, y por tanto hay que hacer un plan renove de vez en cuando.
Hace un par de años tuvimos una oportunidad. Mi Universidad creó un programa de apoyo a la docencia práctica y comprometió pasta de la buena, lo que en época de carestía es algo muy de agradecer. Era una oportunidad que no había que dejar pasar, y puesto que nadie se hacía cargo decidí intervenir.
Cuando era estudiante me contaron los precios de algunas prácticas de laboratorio. Eran caras entonces, y lo siguen siendo ahora; sobre todo Phywe, la marca preferida por los profes. Es alemana y sus productos no es que sean algo caros, es que ni hechos por Swarovski. Pero no piense usted mal, no compramos el material a Phywe a cambio de jamones de bellota. Lo hacemos porque es simplemente la marca que vende material más resistente. Tenemos a día de hoy laboratorios con prácticas que yo manipulé como estudiante hace más años de los que deseo recordar.
Por eso, cuando pedí consejo a los perros viejos de mi Departamento, me lo dejaron claro: coge el catálogo de Phywe. Hice números y seleccioné cuatro prácticas completas, casi 9.000 euros de vellón. Pido las facturas proforma, se las paso a la coordinadora (que nominalmente seguía al mando), ella las envía, esperamos, esperamos, esperamos… y finalmente llega la decisión de la Universidad. Le habían dado presupuesto a varios laboratorios de nuestro Departamento. El FG2 estaba entre ellos. ¡Nos habían concedido hasta el último céntimo que pedí!
Mola, ¿verdad? Mas agazapado en la sombra, el poder del Estado urdía sus planes para truncar mis sueños. Resulta que, mientras esperábamos la decisión de la Universidad, suben el IVA de los chuches, digo del material de laboratorio. De repente, todo vale un 11% más caro. Intentamos que Phywe nos mantenga el precio original, pero dicen que no puede ser. Vamos a tener que sacrificar una de las cuatro prácticas originales.
Pero no contaban con que el Profe plantearía pelea. Me bajé al laboratorio y me puse a revolver cajones, en busca de elementos que pudieran servir para las prácticas. Si un cable de conexión para el multímetro vale seis euros y tenemos tres de esos cables en el armario, no es para desaprovecharlos, ¿verdad?. Una fuente de tensión por aquí, un soporte por allá, y finalmente conseguí ajustar el presupuesto para las cuatro prácticas, IVA nuevo incluido, por menos dinero del que nos habían dado. Mejor aún, ¡me sobró dinero para una quinta práctica! Envié las nuevas facturas, me las aceptaron, hice el pedido y llegó el material. Monté las tres prácticas de mecánica y llevan dos años usándose (las otras dos son de termo, y no podemos montarlas todavía, pero ahí están).
Animado por mi éxito de entonces, intenté hacer doblete cuando, hace unos meses, mi Universidad convocó de nuevo el programa de ayuda a la docencia práctica. No tenía muchas esperanzas, ya que hay un puñado de laboratorios por equipar, y si la otra vez me dieron a mí es lógico que ahora le den a otro. A pesar de ello, este flamante coordinador pidió todo lo que pudo, casi hasta el límite de 9.000 euros. Cuatro prácticas. Por supuesto, no me las dieron, pero la Universidad fue generosa y me otorgó 2.371 euros para material de prácticas. Menos da una piedra, y era algo que no me esperaba.
El problema consistía en qué práctica escoger de las cuatro. Había dos caras y dos baratas. Tenía dinero para una de las baratas, quizá dos si recortaba gastos, pero no para una de las caras. Tras darle vueltas al asunto y meditarlo bien, decidí que las baratas no nos interesaban: demasiado limitadas y de poco valor didáctico. Mi preferida era la de colisiones: un carril de 1,5 metros por el que circulan dos carritos que pueden hacer choques elásticos e inelásticos. Se pueden medir los tiempos de cruce, hallar velocidades, momentos lineales, energía cinética. Daba mucho juego.
¿Problema? Se me salía del presupuesto en casi 700 euros. Podía intentar complementarlo con el presupuesto ordinario, pero una cantidad tan elevada podría darme pegas a la hora de justificar facturas. Se imponía la solución anticrisis: arramblar con el material ya existente. Lo malo es que no quedaba ya mucho, pero un par de caras puertas fotoeléctricas me permitieron ahorrar un montón de billetes.
Al final, conseguí reducir el coste en casi quinientos euros. Todo entró cómodamente en dos facturas: una de algo más de doscientos euros con cargo al presupuesto ordinario, y una de 2.368 euros para el programa extraordinario. Recuerde que me habían concedido 2.371 euros, así que encajé el presupuesto como un guante. Para que luego digan de despilfarro en el gasto público. En mi laboratorio, no.
Para no cansarles, les diré que los de Phywe me hicieron las facturas a mi gusto, me enviaron el material, y llevo casi una semana preparando la práctica. El montaje es sencillo, pero también hay que confeccionar el guión escrito, lo que implica ponerte a jugar con la nueva práctica para ver qué se puede medir y cómo.
Pronto descubrí un problema. Los carritos para hacer choques tenían algo de rozamiento. Era poco pero suficiente para que, si un carro sale de la colisión con velocidad pequeña, se pare. Me pasé una mañana intentando pensar una solución. Al final, decidí inclinar levemente la rampa, de forma que contrarrestase el rozamiento. Por desgracia, no sirve para los casos en que un carrito choca y vuelve en sentido contrario, pero al menos podíamos preparar algunos casos de colisiones. Poco a poco, la nueva práctica iba tomando forma. El tiempo y dinero invertidos se convierte en un puesto de prácticas útil para futuros alumnos de Química y Biología.
Hasta que llegó la burocracia.
Resulta que MB, nuestra furriel departamental, entra en mi despacho y me plantea un problema. Al parecer, los del pabellón de chupatintas han decidido que eso de enviar una factura proforma y luego comprar otra cosa es algo muy raro. Hace dos años lo aceptaron sin problema ninguno, pero ahora han pedido explicaciones.
Por lo general, el problema suele ser que envías las facturas fuera de plazo, o bien que te has pasado gastando. Pero ahí estaba yo, comprando una práctica a precio de saldo (gracias a nuestro material sobrante), entregando las factura en tiempo récord, consiguiendo una práctica nueva ¡y me ponen pegas! ¿Que querían, que comprase la práctica barata que iba a tener menos uso? Pues que lo hubieran dicho antes. Pero no, la cuestión es molestar con estupideces a la gente que está trabajando.
Si fuese malpensado, diría que es un complot de la Universidad para que mis facturas se aplacen hasta el año que viene, y así este año pueden cerrar el ejercicio con menos gastos; pero a estas alturas he aprendido a no atribuir a la malicia lo que puede ser debido a sencilla ignorancia. Resulta que en la práctica que he pedido viene un cronómetro digital que vale una pasta. En la petición inicial había pedido otro por separado, para sustituir al que ya tenemos que está en franca rebeldía. Alguien de Burocracia Central vio mi petición, miró someramente, pensó que yo estaba pidiendo el cronómetro, y ya puestos, todo lo que se me pasase por la cabeza. Claro, como la factura no pone «esta es la práctica de choques, solo que algunos materiales no los hemos pedido para ahorrar,» no se le activó la neurona.
Y en tanto se arregla el problema, me toca movida departamental. Mientras este post sube al blog para su lectura y disfrute general, estoy retirando todas las prácticas del laboratorio y llevándolas al rincón más alejado. ¿Por qué? Pues porque el laboratorio es la estancia más grande con que cuenta el Departamento, y al día siguiente tenemos allí la comilona de Navidad. Yo no voy a poder ir, así que espero que no me hagan mucho destrozo. Y que me dejen algo de turrón.
¡la foto me ha alegrado el día!
(Burócrata A: Hay que poner frase ingeniosa sobre la incapacidad de la burocracia aquí. Burócrata B: para eso me tienes que traer el impresio Aleph21 rellenado en fecha de hace diez años)
La verdad es que alucino ya no en technicolor, sino en 3D FullHD con doble Pixel Shader. Nada de agujeros negros, la capacidad de evitar que el trabajo llegue a hacerse es la verdadera singularidad del universo.