Putas de la divulgación científica

Por Arturo Quirantes, el 15 octubre, 2013. Categoría(s): Cosa de chicas • Divulgación ✎ 21

robopilinguis

No es la primera vez que me indigno ante el tratamiento que se hace contra las mujeres. Sea por el tratamiento que se les hace en el cine (del el principio de la pitufina al test de Bechdel), o por la forma tan desastrosa que algunos tienen de animar a «las chicas» a hacer ciencia, me resulta deprimente la de camino que nos queda aún por recorrer para que la sociedad sea como el puente de la Enterprise: una macedonia interracial e intergéneros donde el hecho de ser diferente esté tan superado que resulte invisible e intrascendente.

No soy el único, por supuesto, y ahí tienen a Almudena animando a las chicas a bloguear y divulgar más. Mientras tanto, me entero de un caso de sexismo y censura nada menos que en la red de blogs de Scientific American (la revista que en España conocemos como Investigación y Ciencia).

La historia es la siguiente (me basaré en la narración de hechos de Maryn McKenna en Wired). La doctora Danielle Lee es bióloga y escribe en un blog (parte de la red de blogs de Scientific American) llamado The Urban Scientist (El científico urbano) sobre temas de biología y mujeres en ciencia. Un día recibe el típico mensaje que hemos recibido casi todos los divulgadores blogueros: una «ilusionante oferta» consistente en trabajar sin cobrar. La oferta viene de alguien que representa a biology-online.com, un agregador de blogs.

Tras un intercambio de mensajes, Lee decide que no desea trabajar gratis y así se lo indica a su interlocutor amablemente. La respuesta que recibió fue de todo menos amable:

«¿Porque no pagamos entradas de blogs? ¿Es usted una científica urbana o una puta urbana?«

Ahí es nada. Trabaja para mí gratis, y si no lo haces eres una puta.

Esa fue la primera en la frente. Evidentemente, la señora Lee puede hacer lo que le de la gana con los dones que tiene (me refiero a los literarios), y si decide no regalarlos es cosa suya. Llamarla puta no es de recibo. Eso ya en sí es malo, y no voy a comentar más al respecto porque creo que es algo que cae por su propio peso.

Pero lo que vino después fue peor. Porque Lee escribió la historia en su blog. Pueden leerla aquí, pero no en su blog, ¡porque Scientific American censuró esa entrada! La propia editora en jefe de SciAm, Mariette DiChristina, lo confirmó en un tuit: «SciAm es una publicación para descubrir la ciencia. El post no era apropiado para ese área, y fue por tanto eliminado

Teniendo en cuenta que Lee escribe mucho sobre el papel de las mujeres en la ciencia, especialmente gente de color (es negra, o subsahariana como se diría por aquí), no resulta muy apropiada la excusa de SciAm. Más aún, Lee no fue informada del acto de censura. Posteriormente SciAm dio una explicación bipolar: primero soltó eso de que la temática no era la apropiada, y luego adujo necesidad de contrastar la información y motivos legales.

La propia DiChristina se justificó posteriormente, con los habituales tópicos sobre «este es un tema muy serio, y nos preocupamos por ello,» pero a mí al menos no me suena como una disculpa. Más bien parece un «lamentamos el incidente» que un «metimos la pata, lo sentimos, pedimos perdón.» A tenor de los comentarios, no parece que muchos lectores hayan quedado convencidos. Por el contrario, biology-online.com ha reaccionado con contundencia: ha pedido disculpas a la doctora Lee y ha despedido al empleado que tan groseramente actuó con ella.

Malo es llamar puta a alguien que no quiere hacer lo que deseas (suena demasiado familiar, ¿verdad, amigas víctimas de violencia?). Malo más malo es censurar la noticia y pretender que mirando hacia otro lado el problema desaparecerá sólo (dos palabras, amigos de SciAm: efecto Streisand). Lo primero es cuestión de educación, y no debemos dejar en el empeño. Lo segundo nos recuerda que ponernos a merced de alguien nos hace vulnerables a decisiones arbitrarias. Aparecer en blogs o publicaciones ajenos nos dará más visibilidad y fama, pero nos hace depender en exceso de los que manejan los hilos. Es algo que nunca debemos olvidar.

Personalmente, he sufrido la censura dos veces. O tres. Bueno, lo dejaremos en dos. Me encontraba entonces escribiendo para Libertad Digital. A despecho de la ideología que tenga, lo cierto es que en la sección de Internet no se metían. A mí, al menos, me dejaron escribir sobre todo lo que me dio la gana durante casi dos años, con libertad total, y me pagaban puntualmente por cada columna. Un día pisé un callo, y me pidieron que retirara el artículo antes de que se publicara. No estuve muy de acuerdo, pero entendí que algunos podían sentirse ofendidos, y como me habían tratado bien hasta entonces acepté y retiré el artículo. Poco tiempo después, volvió a suceder. No está bien morder la mano que nos da de comer, me dijeron con una franqueza que en el fondo agradezco.

Como soy funcionario y tengo mi sueldo asegurado cada fin de mes, no tenía que aguantar censura si no quería, así que preferí dejarlo antes de que fuera a más, y al menos quedaríamos como amigos. Y listo. Desde entonces, he publicado en muchos sitios, y nunca me han censurado o cambiado nada (o casi). Otros no tienen tanta suerte. Por supuesto, entiendo que el dueño del medio de comunicación quiere controlar lo que en él se dice, y no voy a discutir eso; pero desde el punto de vista del escritor, que te pongan cortapisas a lo que escribes es algo muy penoso.

Pero más allá del debate sobre sexismo (importante) y sobre censura de contenidos (también importante), hay una tercera faceta del tema Lee que me parece se ha borrado al llegar a España, lost in translation. Verán ustedes, en Estados Unidos el insulto «puta» se convierte en «perra» (bitch). Si habéis visto esas películas o series norteamericanas donde llaman a alguien «hijo de perra» no es porque el traductor sea un melindroso (aunque también puede ser), sino que puede ser sencillamente un vago que ha traducido literalmente el original «son of a bitch» como «hijo de perra» en lugar de la más adecuada «hijo de puta.»

A Lee no la estaban llamando eso. No estaban apelando a su falta de moralidad ni la estaban comparando con las gallinas en el sentido de acostarse con todo lo que se menea. La llamaron whore (puta), la expresión que usan allí cuando quieren referirse a alguien que hace cualquier cosa por dinero. Vamos, lo que aquí llamaríamos un mercenario. Se juntó la segunda acepción del término, pero en realidad lo que le estaban reprochando es que cobrase por escribir. Ese «¿es usted una científica urbana o una puta urbana?» lo que quería decir es algo así como «¿te nos vas a poner melindrosa y cobrarnos por tu trabajo, tú que te pasas el día escribiendo gratis para otros?»

Y eso es algo que me tiene hasta las narices. Parece que los divulgadores científicos en particular, pero en general todos los bloggers, somos vistos por los profesionales como unas putas, alguien que no necesita amor para acostarse con alguien, y mejor aún, que no exige flores, una cena romántica o un paseo por la playa. Te aceptamos por el barrio, pero nada de darte ínfulas, con un vuelta y vuelta ya vas que te matas.

Hace tiempo que los grandes medios de comunicación descubrieron la buena idea de tener gente que te llene la web de contenidos y te pongan en el mapa de la red 2.0. Eso sí, que no pretendan cobrar, no vaya a ser que la cuenta de resultados se resienta. Para ellos es muy bonito eso de esperar lo mejor de los demás y que no te pasen factura. Cuando El País lanzó el Huffington Post en España, su responsable dejó bien claro desde el principio que eso no era periodismo pagado, en implícita alusión a que ya les hacen un favor a los blogueros proporcionándoles eso que se llama «visibilidad.»

Ya vimos en su día cómo el Huffington Post de EEUU se vendió por un montón de millones, y los blogueros no vieron un duro. Pleitearon, y el juez les vino a decir que lo sentía por ellos pero si estuvieron de acuerdo en regalar su trabajo a cambio de nada ¿qué querían? Animados por el ejemplo, muchos se han apuntado al carro de las redes sociales y aprovecharse de la productividad que bulle por allí; eso sí, sin soltar la pasta, que cobrar es cosa de profesionales. En algunos casos, como el HuffPo español, al menos lo dejaron claro todo desde el principio; en otros se salen por la tangente y te prometen que algún día, en algún lugar, verás algo de parné. En realidad, actúan en la creencia de que eres tonto y que con la visibilidad y una palmadita en la espalda ya vas que te matas.

Yo debo de estar en el buen camino del éxito, porque recibo una sucesión creciente de ofertas ilusionantes (como esta del año pasado). Por pura casualidad, el mismo día que me decidí a escribir este artículo había recibido dos ofertas de ese tipo. Una de ellas era para colaborar a escribir un libro que sería poco menos que una visión futurista de cómo será el mundo dentro de cien años. Me llamaban fuente autorizada, me regalaban el oído que no veas, pero eso sí, iban a ceder los derechos de autor a obras benéficas no especificadas, de modo que de cobrar va a ser que no. Les di esquinazo diciéndoles que «sinceramente no creo estar a la altura de lo que solicitáis.» No sé si habrán pillado el fino sarcasmo, y la verdad, tampoco me importa demasiado.

La otra oferta era escribir para una revista sobre educación y cine, que no paga pero cobra la suscripción a los lectores. Estos fueron más directos: «No pagamos, pero enviamos gratuitamente un ejemplar y un certificado de publicación» Es decir, soy lo bastante bueno para escribir para ellos, pero no tan bueno como para cobrar. Les llamé la atención sobre esa pequeña paradoja, y me contestaron con una lacrimógena historia sobre costes, patrocinadores y subvenciones. Aunque fueron amables y respetuosos, el mensaje subyacente era el de siempre: los demás cobran por su trabajo, pero de ti esperamos excelencia y gratuidad.

La verdad, ya estoy cansado de este rollo. Soy divulgador científico por decisión propia. Escribo en blogs por decisión propia. Más de una vez, y más de veinte, he regalado textos y he gastado mis energías y mi tiempo en algo que no me reportará ganancia económica alguna, y no me ha preocupado lo mas mínimo. Eso lo decido yo, y de momento la única que se queja es mi madre, que ya sabéis cómo son las madres con su cantinela de «no seas tonto, niño» (vale, reconozco que desde que vio mi intervención en Naukas Bilbao me da cuartelillo). Pero que yo haga cosas gratis no significa que mi trabajo sea tan malo que no pueda cobrar. Como dice el refrán, confunde el necio valor con precio.

La divulgación científica no está nada bien valorada. Y no me refiero a valoración económica. No da prestigio, ni respeto, ni sirve para el curriculum, nada. Al contrario, algunos compañeros te felicitan, pero otros te miran con sonrisa de condescendencia. No tengo muchos problemas al respecto (todavía), pero conozco gente a la que han amargado la vida por ese motivo.

La idea principal es que los científicos estamos para avanzar las fronteras de la ciencia mediante sesudas investigaciones, experimentos de vanguardia y teorías brillantes publicadas en revistas del primer cuartil. Divulgar, rebajar el nivel, ponerse a la altura del vulgo es algo que muchos no entienden. Perpetúan con ello el estereotipo del sabio académico alejado de la sociedad, desconectado del mundo en la tranquilidad de su torre de marfil, con gesto torcido y aires de grandeza; gente para la que hacer divulgación científica es como versionar música clásica a estilo Luis Cobos. Qué escándalo, qué deshonor, qué indignidad.

Si algo aprendí durante mis años como astrónomo aficionado es que los «aficionados» (léase los no pagados) pueden hacer trabajos que rivalizan con los de los profesionales del sector. Hay plumas blogueras que dejan en ridículo a los profesionales del ramo. Espero y confío que llegue el día en que divulgar en ciencia sea algo tan importante y valorado socialmente como investigar o enseñar. Ese día llegará. Mientras tanto, basta de pretender que los divulgadores científicos son personas facilonas y baratas, y que nuestro trabajo debe ser gratis. Las putas nos meremos un respeto.



21 Comentarios

  1. Un matiz, de un entregado lector: que se fomente desde dentro la lejanía con el vulgo, en aras de una grandeza mal entendida, no hace sino facilitar que dicho vulgo dé palmas con las orejas cuando les recorten fondos.

    Y otra. Si mi hija de casi dos años decide en su momento estudiar una carrera y aún no lo han prohibido, que todo es posible, espero con todo mi corazón que caiga en manos de gente como usted o Clara Grima, por poner dos ejemplos.

    Gracias.

    1. Cuando el vulgo era analfabeto, la ciencia en España también carecía de fondos. No creo que se deba contar con el vulgo salvo para extraer de él personas válidas.

  2. Excelente artículo, llegué aquí por un link de Daniel Marin, otro excelente divulgador de espacio.
    Como para pensárselo ¿no?
    Pero creo que cada uno de nosotros somos libres de decidir cuando cobrar y cuando no. De ahí a que te insulten por esa decisión, me parece una estupidez, pero así es cuando arriba creen tener el dinero y el poder suficientes para intentar torcer tus principios.

    Saludos. @RomelioSanz

  3. Excelente entrada, yo también llegué aquí por culpa de otro gran divulgador como lo es Daniel Marín. La verdad es que una cosa es lo que gente tan preparada como ustedes escriban en sus blogs personales (como éste o el de Daniel), que es hecho por decisión propia y por el gusto de compartir los años de conocimientos y experiencias duramente adquiridos con los demás y otra pretender que un medio profesional obtenga sus valiosos servicios a cambio de nada.
    Si una publicación recibe ingresos por publicidad, suscripciones o ambas, no es porque tengan la tipografía más chula o el logotipo más «guay» sino por el contenido de calidad… y estos señores deben saber que el contenido de calidad cuesta.
    Saludos!

    1. Esos señores sí saben que el contenido de calidad cuesta. Por eso pretenden conseguirlo al menor coste posible. Y mejor gratis, que «los blogueros no entienden ni de dinero ni de las cosas importantes de la vida». Si la publicación de la que hablamos depende de la gratuidad de sus blogueros, es porque no es un negocio viable.

  4. Arturo, aquí suceden dos cosas: por un lado la creencia de los usuarios de que todo lo que se hace en Internet se forma solo, como Dios. Luego están esos señores que saben de números contables y que están traspasando su forma de hacer al «nuevo modelo», del que hablan los gurús de Internet. Sucede que esos señores esperan un retorno de inversión, y para ellos los «hacedores de contenido» son meros monigotes que quieren expresarse y poco más. A ellos les da igual la calidad de tu texto, y por supuesto cómo te llames. Lo único que les interesa es que cuando alguien busque un término en la web aparezca su site en las primeras posiciones de los buscadores. Esa es la finalidad del «nuevo modelo» tan defendido por aquellos que esperan que todo sea de calidad, instantáneo y gratuito. Es más, muchos de esos «nuevos editores» cobran a través de una empresa tecnológica muy famosa en base a su sistema de publicidad, por lo que, según ellos, no pueden permitirse mucho gasto ya que si no no reciben una rentabilidad. Entonces entramos en la pescadilla que se muerde la cola del nuevo modelo: a mí, «nuevo editor e inversor de Internet», me paga una empresa tecnológica, que a su vez aúpa a los editores que usen su sistema siempre que yo tenga contenido, pero yo no tengo tiempo para hacer todo ese contenido, ni tampoco dinero ya que sólo cobro de lo que me paga la publicidad (entre ella la famosa empresa). ¿Solución? «Colaboradores». En realidad, la idea no es nada nueva, en España a ese perfil se le ha venido llamando toda la vida «becario», que es alguien del que tú puedes aprovechar su tiempo sin tener que pagarle.

    Hace años, estas cosas no sucedían porque las editoras tenían un formato físico (revista) del cual recibían una cantidad fija (precio de la revista) a través del interés del lector, que hacía ese gasto sin esperar que esa información le cayera del cielo. Pero al pasar al «nuevo modelo» ya no suele ser el usuario, sino la publicidad la que lo sostenga. Esto estaría muy bien si no fuera porque entonces muchas veces los ingresos de los «nuevos editores» (los serios, no los piratas) no son suficientes para poder hacer frente a todos los gastos. Ante esta disyuntiva tenemos dos opciones: qulas publicaciones profesionales de todo tipo desaparezcan y sean sustituidas por publicaciones donadas de gente que hace cosas en su tiempo libre, o tomarnos un poco en serio lo que sea la profesionalidad, cosa que no tiene nada que ver con que un «aficionado» pueda o no hacer un mejor trabajo de un supuesto «profesional». En EEUU se mejoró este tema en base a varios aspectos diferenciadores.

    Lo que sí te diría que esta entrada que hoy escribes tú en EEUU ya la leí sobre 1999 de gente que sabía lo que estaba diciendo, aun cuando los defensores del Internet gratis los machacaron con lo de Internet tiene que ser una barra libre, confundiendo manzanas con ordenadores portátiles. Pero en general esto nos preocupa poco, porque siempre habrá gente que haga ciencia, música, literatura y recetas de cocina, que suele decirse. De la misma forma, yo estoy esperando que los profesores universitarios, los de escuelas privadas, los jueces, fiscales, psicólogos y demás trabajadores del campo intelectual decidan donar su tiempo y dejen de cobrarnos a los que nos dedicamos a trabajar con las manos.

    Saludos.

  5. Dices bien en tu lapsus: Conduce el necio. Eso es, tal y como decía Hegel en su «Dialéctica del amo y el esclavo». el necio ve, y cree por tanto que saber y poder son la misma cosa.Decide ser necio y poderoso, y de esta forma conduce su existencia de amo mientras disponga de esclavos. Un cóctel demasiado peligroso para el buen funcionamiento del libre mercado. Quienes mejor pueden gestionar los productos culturales que generan son los propietarios de esos productos. Nos conviene a todos bajar a tierra y pelear por lo nuestro en el mercado y no dejarnos avasallar por los señores feudales de la sociedad contemporánea..En mi humilde opinión de terapeuta, y así se lo digo a mis pacientes, de no ser libre, más vale puta que esclava.

  6. Y yo que he trabajado algún tiempo con investigadores llevo muchísimos años pensando que hacen falta muchos más divulgadores científicos (pero buenos no improvisados) que acerquen el conocimiento a las masas (cada vez más desinformadas). Ya veo por qué no hay tantos.

  7. Las únicas personas que no aprecian la divulgación científica son justamente lo que no la leen; por lo tanto su opinión no es para nada relevante. Los que lo leemos divulgación lo apreciamos; lo contrario sería paradójico.

  8. «¿Porque no pagamos entradas de blogs?» está mal escrito.
    Es «¿Por qué…?», separado y con tilde.
    Supongo que por eso no pagan entradas de blogs.

    1. Lo dices como si en las publicaciones de pago y en los periódicos.. y en los noticieros de TVE, no hubieran errores ortográficos «a puñaos». Y esos cobran..por publicar con faltas ortográficas.

    2. Está bien escrito. La pregunta en el texto original empieza por «because» (porque) no por «why» (por qué). Es como si yo dijera «¿Nos rechazas? ¿Porque no te pagamos?». Obviamente no es lo mismo que «¿Por qué no te pagamos?».

  9. Los sueldos de esos «sabios académicos» provienen del «vulgo», por eso creo que tienen la obligación moral de explicar a todo aquel que esté interesado qué es lo que hacen, cómo y porqué.

    Y no me refiero a las «Noches de la Ciencia» en que se muestran cuatro cosas bonitas para «sorprender» al público, si no a invitar a la gente a una charla divulgativa de la investigación que realiza cada científico para que vean y entiendan cómo se invierte su dinero, luego una visita al laboratorio durante una jornada de trabajo normal estaría nada mal.

  10. Arturo:

    Sin haber leído este artículo escribí sobre el mismo tema en mi blog, también luego de tener una experiencia de «esta publicación depende de las colaboraciones desinteresadas de quienes escriben en ella». Lo hice desde el hartazgo, diciendo que si a un jugador de fútbol se la paga por su habilidad con la pelota (y no por patearla, que eso lo hace cualquiera) a los divulgadores se nos debe pagar por nuestra habilidad de traducir la ciencia al lenguaje común. No cobramos por el conocimiento, sino por lo que hacemos con él. Muchas gente estuvo de acuerdo conmigo, otros me dijeron que como no generamos dinero entonces no merecemos pago…Como sea, hasta a una puta se le paga por lo que sabe hacer (sin entrar en discusiones morales) y creo que cualquier profesional merece lo mismo. Ese es el punto, somos profesionales. No somos científicos que en su tiempo libre hacen divulgación. Cuesta capacitarse, adquirir experiencia y separar ambas profesiones. Hay muchos científicos que no son capaces de contar lo que hacen. Nosotros que sabemos como deberíamos poder vivir de ello o no, pero sí poder elegir.

  11. Hay 2 maneras de hacer las cosas, por amor al arte, ad honorem o cobrando, si comienzas con la primera, despues no podras pedir la segunda. Pasa en la economia, un producto al comienzo se vende al mayor precio y luego decae su valor, por diferentes motivos. Con el empleo pasa lo mismo, lo que no exigiste al principio de tu trabajo, el mayor sueldo posible que uno piensa que es lo que vale lo que puede ofrecer a una empresa o un particular, es muy dificil, mas no imposible, que despues lo obtengas, y si te llegan a dar algo extra, que pediste despues como un aumento, mas beneficios o cualquier otra cosa, te costara sudar la gota gorda.

Deja un comentario

Por Arturo Quirantes, publicado el 15 octubre, 2013
Categoría(s): Cosa de chicas • Divulgación
Etiqueta(s): ,