Si hay algo que asusta al ser humano, son las radiaciones. Esos entes invisibles, dañinos y letales, capaces de modificar el ADN y convertirnos en asquerosos mutantes, para los que no hay vacuna o anticuerpo que valga, son el ingrediente básico de todo tipo de películas. Tantas, que resultaría aburrido hacer la lista. No hubo durante la Guerra Fría una película post-apocalíptica donde las radiaciones no estuviesen presentes. En la novela En la Arena Estelar, de Asimov, las radiaciones de una Tierra post-nuclear juegan un papel fundamental.
Hubo un tiempo en que los principales superhéroes derivaban sus poderes de las radiaciones. A Spiderman le picó una araña radiactiva, a Hulk las radiaciones gamma lo pusieron verde, al doctor Manhattan lo bañaron en campos intrínsecos hasta volverlo azul Cerenkov. Ahora está más de moda eso de la genética y las mutaciones, pero las radiaciones siguen imponiendo respeto. Quién sabe si los míticos poderes de Chuck Norris vinieron de haberse comido un tomaco impregnado en plutonio.
Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos ha dado un motivo más de preocupación en este tema. Según este organismo, los móviles son posibles agentes cancerígenos. Este es, de momento, el último capítulo de los esfuerzos por dilucidar si los teléfonos móviles son peligrosos o no. Se supone que, puesto que emiten y reciben radiaciones de microondas, pueden producir efectos nocivos sobre los seres vivos. Así pues, ¿son peligrosas las radiaciones de los móviles?
La respuesta es difícil. Hay, básicamente, dos modos de obtener resultados: mediante estudios epidemiológicos, o usando física básica. Este primer modo es el que la OMS ha examinado para prevenir de posibles efectos adversos por parte de los móviles. Nosotros examinaremos aquí el segundo.
¿Por qué puede ser peligroso un móvil?
Según sus efectos, las radiaciones se dividen en ionizantes y no ionizantes. En el primer caso, la onda o partícula radiante es capaz de ionizar un átomo, es decir, de arrancarle un electrón. Eso convierte al átomo en un ión cargado, que puede reaccionar con otras partículas cargadas, no siempre con resultado feliz. Las radiaciones ionizantes incluyen partículas como los neutrones, las partículas alfa y beta, y también cierto tipo de ondas electromagnéticas de alta energía: rayos X, gamma, y hasta cierto punto, ultravioleta (así que cuidado al tomar el sol este verano).
Las radiaciones de los móviles, en frecuencia de microondas, son del tipo no ionizante. Eso aleja la posibilidad de convertirnos en mutantes por el mero hecho de contestar al teléfono. Pero aun así, las radiaciones no ionizantes pueden tener efectos adversos sobre el tejido vivo. El mecanismo principal es el llamado efecto térmico: las radiaciones de radiofrecuencia hacen oscilar a las moléculas de agua, y ese movimiento se convierte luego en calor. Evidentemente, a nadie le gustaría tener junto a la oreja, a pocos centímetros de nuestro cerebro, un horno microondas (analogía que, por otro lado, no deben tomarse ustedes al pie de la letra).
El problema aumenta cuando tenemos en cuenta nuestro tamaño medio. Por regla general, la absorción de una onda electromagnética es máxima cuando su longitud de onda es similar al tamaño del objeto con el que interacciona. En el caso de la telefonía móvil, el sistema GSM usado en España usa frecuencias de 900 y 1800 MHz. Eso corresponde a longitudes de onda de 17 y 33 centímetros, respectivamente. Esas dimensiones son peligrosamente cercanas a las de una cabeza humana. ¿Y dónde nos ponemos el móvil cuando lo usamos? ¡En la cabeza! ¡Ya puede empezar a asustarse!
Si yo fuese un embaucador, me pararía aquí, si acaso añadiendo una referencia como de pasada a mis libros, mi blog y mis carísimas conferencias. Pero como tuve la desgracia de que mi madre me criara como un chico honrado, les contaré el resto. Aunque ese «efecto antena» hace aumentar el nivel de energía absorbida por su cabeza, ese aumento no es significativo, quizá del orden del 50% o más. Eso suena mucho, pero no lo es. Hay limitaciones a la potencia máxima emitida y absorbida por el móvil, de forma que incluso para esas frecuencias la absorción de energía por el cuerpo humano sea muy pequeña. También ayuda a nuestra tranquilidad el que las ondas electromagnéticas de baja frecuencia tienen menor energía que las de alta frecuencia. Un fotón de microondas es menos energético que uno de luz ultravioleta.
No, el problema no reside ahí. Lo que inquieta a mucha gente es la posibilidad de que existan efectos biológicos de otro tipo, fundamentalmente, los que puedan producir cáncer. Concretamente, lo que hizo notar recientemente la OMS (más concretamente, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer, IARC, dependiente de la OMS) es que un estudio epidemiológico llevado a cabo hasta el año 2004 mostraba un aumento de hasta el 40% en la probabilidad de contraer un tipo de cáncer conocido como glioma. Esto les llevó a clasificar los móviles en la categoría 2B («potencialmente cancerígenos») … en la cual también hay sustancias como el café o los polvos de talco.
Pero antes de que usted tire su móvil aterrado (por no hablar de dejar el consumo de café), le conviene saber que ese incremento de riesgo se notó solamente en el segmento de personas que usaban el móvil con más frecuencia. Entre personas con uso moderado, no se notó incremento en el riesgo de contraer glioma. De hecho, la correlación parece ser tan tenue que el IARC solamente afirma que pudiera existir algún tipo de riesgo. No se sabe si dicho riesgo existe de veras, o si hay otros factores en juego (fluctuaciones estadísticas, sesgos, errores en la obtención de datos, factores de riesgo adicionales). Por ejemplo, ahora hay más antena de telefonía que hace unos años, y la mayor cobertura permite a los móviles operar con niveles de potencia más bajos.
En general, hay bastante escepticismo en la comunidad científica sobre la nocividad de los teléfonos móviles. Eso se debe a que, aunque los estudios epidemiológicos puedan inclinarse a favor o en contra, desde un punto de vista físico los efectos no térmicos no deberían existir. Cualquier efecto cancerígeno implicaría una interacción entre objetos muy pequeños, como células, y radiaciones no ionizantes con longitudes de onda mucho mayores. ¿Qué mecanismo podría explicar dicha interacción entre sistemas de tamaño tan dispar? Nadie lo sabe. Si alguien lo averigua, puede ir reservando sitio en un cajón para su medalla Nobel de Medicina. Pero de momento, el mayor peligro de los móviles proviene de su mal uso en la carretera: distracciones, multas y accidentes.
Si, a pesar de todo, siente usted la compulsión de librarse de su móvil, le haré una recomendación muy seria: regálemelo. Da la casualidad de que quiero cambiarme de móvil. Si es Android, tanto mejor, aunque no soy caprichoso.
Muy interesante… mas el riesgo está ahí. Por ejemplo: ¿y en el caso de las antenas? Saludos.
Brillante, me ha encantado
El caso de las antenas es todavía menos peligroso que el del móvil. La energía proveniente de una estación base de telefonía que puede ser absorbida por un cuerpo cualquiera es muy inferior a la que puede recibir desde cualquier móvil cercano. De todas formas lo que hay que seguir haciendo es investigar porque lo que es evidente es que después de 10-15 años de investigación en este campo no se han encontrado evidencias de ningún tipo, ni de inocuidad ni de malignidad. Mientras tanto está bien que la OMS tenga criterios conservadores respecto a la salud pero debería cuidar mucho las formas que utiliza a la hora de publicar información.
Haciendo preguntas de este tema a mi amigo teleco me comentaba que no está demostrado el móvil sea peligroso. Pero me señalaba también la problemática de las antenas de telefonía, sin las que los móviles no pasarían de ser caros pisapapeles.
Como consejo me dijo «mejor tener una antena de telefonia encima de tu cabeza en tu casa, que en la casa de enfrente, por la direccionalidad de las ondas».
A los móviles no les tengo miedo (por lo menos hasta la próxima campaña de pánico propagada desde la OMS); ahora, a las antenas estas de telefonia…las miro mal, como de reojo.
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Excelente artículo, Profe.
No debemos olvidar que hablamos de la OMS, esa misma OMS que lanzó las alarmas (que no alertas) sobre la gripe aviar y la gripe A, con las importantes consecuencias sociales y económicas que han tenido… para nada.
Los estudios epidemiológicos están diseñados para detectar problemas, pero luego hay que investigarlos: la coincidencia no implica necesariamente causalidad, y es necesario descartar otros factores de confusión, que pudieran por sí mismos o en combinación con otros explicar un aparente efecto.
La OMS debería haber sido, una vez más, terriblemente cautelosa con sus «investigaciones» y esperar a tener datos irrebatibles antes de lanzar acusaciones de tan hondo calado. Que lo haga una figura política con los pepinos, malo, pero que lo haga la OMS… así está su credibilidad entre los médicos.
El problema es complejo y la información, salvo la inclusión en la categoría 2B, difusa.
Por ejemplo ¿que se entiende por «usaban el móvil con más frecuencia»? ¿30 minutos, 1 hora, 2 horas diarias? y más aún ¿es lo mismo, considerando los posible efectos térmicos, 30 minutos de una sola llamada en 12 horas que 15 llamadas de 2 minutos en 12 horas?.
Para ver la complejidad de los estudios estadísticos podemos ver lo que sucede, por ejemplo en un estudio, médico.
«Disponemos de 2 tratamientos ( A y B). El tratamiento A lo reciben 25 pacientes y el tratamiento B otros 25 pacientes. 15 pacientes responden favorablemente al tratamiento A y 20 al tratamiento B. ¿Existe diferencia significativa entre ambos tratamientos?»
A primera vista parece que si: B es mejor. Pues bien estadisticamente NO ES SIGNIFICATIVA LA DIFERENCIA. La muestra es muy pequeña. Habria que repetir el estudio varias veces o usar una muestra muy superior (unos 900 pacientes).
(los detalles tecnicos e implicaciones del cálculo están en http://www.fisterra.com/mbe/investiga/signi_estadi/signi_estadi.asp#top )
Lo dicho. Bastante liadillo y más si tenemos en cuenta que, a diferencia de los enfermos con sintomas o dolencias acotados, la población de partida es muy amplia y no a todos afectan igual los diferentes tipos de ondas. Por ejemplo las ondas sonoras, nada ionizantes que no producen cáncer (que yo sepa) pero que, según frecuencia e intensidad, afecta de manera muy variable (irritación, dolor de cabeza) a diferentes tipos de personas.