¿Quieres sabes si los grandes acuíferos del mundo se están quedando secos? Vete al espacio.
Desde hace décadas la órbita terrestre es un lugar idóneo para controlar el ciclo de agua de nuestro planeta. No es sólo el Meteosat avisándonos si va a llover esta Semana Santa o no, sino que otros satélites especializados rastrean el vapor de agua de las nubes, las precipitaciones, los intercambios de energía entre el océano y la atmósfera, y en general todo tipo de datos que permite a los científicos saber qué pasa con el líquido vital que nos sustenta (la cerveza no, el agua).
Hace algunos años la NASA y la agencia espacial alemana desarrollaron la misión GRACE (Gravity Recovery And Climate Experiment). Dos pequeños satélites, lanzados en 2002, conformaron un gravímetro de extraordinaria precisión. Cualquier variación en las condiciones del suelo, como la presencia de grandes montañas, alteraba la órbita de los satélites en cantidades muy pequeñas que se podían medir con precisión. De ese modo, durante los años que estuvieron en órbita, lograron realizar un mapa gravimétrico de la superficie terrestre, tan detallado que pueden incluso notarse diferencias gravitacionales debidas a los cambios de grosos del hielo ártico o el paso de huracanes.
Durante los quince años que duró la misión GRACE se han podido determinar variaciones gravitacionales que pueden asociarse al aumento o disminución de la masa de agua oculta en los grandes acuíferos. Hace dos años, un grupo de investigadores de la Universidad de California-Irvine publicó resultados basados en el período 2003-2013. Para su estudio se fijaron en los 37 grandes acuíferos acordados en el programa WHYMAP de la UNESCO, que contienen la mayor cantidad de agua subterránea. No se trata de pequeños acuíferos como los que pueda haber en la sierra cercana, y de hecho el único que aparece en la Unión Europea es el acuífero de París, que se extiende por el norte de Francia.
Los investigadores utilizaron una cantidad llamada tasa RGS (Renewable Groundwater Stress) que mide la rapidez con la que los acuíferos ganan o pierden agua tanto por motivos naturales como antropogénicos. Un acuífero muy “estresado” es el que pierde agua por extracción más rápido de lo que puede recuperar por procesos naturales, lo que da medida del impacto de la actividad humana. Por supuesto hay que tener en cuenta factores como el tipo de vegetación sobre los acuíferos, la cantidad de agua que se repone en forma de lluvia, etc.
Los autores mostraron un ejemplo: la cuenca del Ganges-Brahmaputra, que engloba Bangladesh y el norte de la India, una de las regiones más densamente pobladas del mundo. Tomaron las variaciones de agua medida por GRACE, les restaron las estimaciones de agua absorbida por el terreno y por las plantas, la acumulada en pantanos y en forma de nieve, y el resultado fue una variación anual decreciente. El efecto era equivalente a si la precipitación hubiese disminuido una media de casi 20 litros por metro cuadrado al año. Para recuperar su nivel de 2003 tendría que llover un total de 200 litros por metro cuadrado más en toda la región. Esto ya se sabía por las mediciones en tierra, pero GRACE ha permitido ver esas variaciones a escala temporal detallada, mes a mes, día a día.
Hay otras regiones que salen peor paradas. El acuífero de Arabia, que se extiende bajo gran parte de Arabia Saudí y partes de Jordania, Siria e Irak, está siendo explotado de tal forma que necesitaría casi 100 litros por metro cuadrado para recuperarse, prácticamente el doble de lo que llueve ahora en la mayor parte de la región. Otras regiones desérticas donde se extrae agua de los acuíferos más rápido de lo que se recarga se extienden por buena parte de África: Argelia, Libia, Egipto, Sudán del Sur.
Existen zonas en las que, a pesar de que llueve de forma abundante, los acuíferos no se recargan lo suficiente para compensar las pérdidas de la actividad humana. Además de la ya mencionada del Ganges-Brahmaputra podemos citar los acuíferos de París (norte de Francia), Rusia (casi toda la que hay al este de los Urales), Atlántico-Golfo (toda la zona costera atlántica norteamericana al sur de Filadelfia), el valle central de California y la costa norte de China, otra zona de gran densidad de población. El acuífero norteamericano de Ogallala ha actuado como un pantano gigante desde comienzos de siglo, permitiendo con ello soportar un prolongado período de sequía, y aunque los datos de GRACE parecen indicar que no ha perdido mucho agua otro estudio indica una pérdida severa, con lo que la cosa no está clara.
En total, 21 de los 37 grandes acuíferos del mundo están perdiendo agua más rápido de lo que pueden reemplazarla. Y lo que es peor, los datos de GRACE nos permiten saber cuánta agua se pierde o se gana en los acuíferos, pero no cuánta queda. Las estimaciones varían fuertemente, y los autores del estudio anterior hicieron sus propios números. Las fuentes de incertidumbre son tan grandes que la cuenca del Ganges-Brahmaputra, mencionada antes, puede perder el 90% de sus reservas en un período de tiempo de entre 10 y 10.000 años.
No pretendo hacer simplificaciones bobas, pero es evidente que si el agua escasea los problemas se multiplican. Algunos de los acuíferos actualmente sobreexplotados yacen por debajo de estados de facto fallidos como Siria, Irak y Libia; otros resultan críticos para sostener la calidad de vida de centenares de millones de personas en África y Asia, y son en ocasiones motor de migraciones en masa. Una evaluación correcta del ciclo del agua de los acuíferos ayudará a planificar las actividades humanas de forma más responsable, más eficiente y, como está ahora de moda decir, más sostenible.
Y eso convierte esta historia en una respuesta zasca estándar a los habituales tertulianos del “¿por qué gastar tanto dinero en el espacio habiendo tantas necesidades en tierra?”
Si con la ayuda de satélites se logran datos mundiales y con ello, racionalizar el uso del agua proveniente de acuíferos, no hay duda del beneficio de la tecnología!
Por favor escribir correctamente en castellano. Agua es femenino: mucha agua, esta agua, el agua fría, etc. Siempre femenino aunque se dice «el» agua, sigue siendo un femenino: el agua fría, mucha agua.
Y si llegas a acertar con el imperativo «escribid» la corrección te hubiera quedado redonda 😀
He oido varias veces ya que las próximas guerras serán por el control del agua… y va a acabar siendo verdad (: