[Segundo capítulo de la serie «El Sistema Televisivo de Unidades» Capítulo 1]
No sé si será que nos hemos malacostumbrado, o que estamos previendo el comienzo de la nueva Edad Glacial, o tal vez los informativos han descubierto que hablar de lo obvio les permite rellenar minutos y minutos; el caso es que la mitad de los telediarios están ahora dedicados al tiempo. Alarmas, avisos de precaución, placas de hielo, olas de calor, pueblos aislados, todo es un no parar.
¿Y cómo calibrar la gravedad del clima? Es tarea difícil, pero lo han conseguido. El Sistema Televisivo de Unidades ha conseguido enfollonar también la información del tiempo. Como en el caso anterior, pongo mi vida en peligro para traerles a ustedes la información que los informativos desean mantener en secreto. Sus esfuerzos por silenciarme no han tenido éxito hasta el día de hoy, pero no sé cuánto tiempo tardará hasta que aprendan a contratar matones con mejor puntería. Mientras tanto, yo sigo aquí, defendiendo la verdad y la justicia y… vamos, que como alguien me ponga un negativo en Menéame me voy a molestar mucho.
Comencemos por un elemento muy peliculero. Ya se habrán dado cuenta de que ahora los avisos de peligro meteorológico se dan en forma de alertas de colores. Se pusieron de moda en las películas de la Guerra Fría, donde parece inminente un choque militar con la Unión Soviética y el general de turno suelta con voz grave y semblante serio algo como «pasamos a Defcon 2.»
La escala DEFCON (Defense Condition) es usada por el ejército USA con un propósito muy concreto. A cada nivel de alerta se activan una serie de medidas: tales unidades pasan a estado de alerta, estos bombarderos se ponen en el aire, se avisa al Presidente, etcétera. Todo muy bien medido y programado al milímetro. Defcon 5 es situación de paz, Defcon 3 es el nivel que activaron el 11-S, y el día que se declare Defcon 1 usted estará leyendo esto desde un búnker subterráneo, o bien estará muerto.
Para avisarnos del riesgo meteorológico, han echado mano del mismo invento, sólo que en lugar de números se usan colores. Parece que somos más receptivos a los colores que a los números (o a lo mejor nos están llamando tontos de modo encubierto), y ahora la moda es decir que tal o cual comunidad está en alerta naranja. Así que si trabaja usted en un telediario, sepa que hay alertas amarilla, naranja y roja.
¿Y qué significa eso exactamente? Puede que los de protección civil y la gente de las quitanieves tenga instrucciones detalladas, pero la verdad es que nunca nos dicen qué significa cada color. Busqué en la web de la AEMET sin éxito, y al final hallé una web (http://www.meteoalarm.eu) que lo explica. Viene a ser esto (y no es un chiste):
BLANCO: Datos insuficientes
VERDE: No hay riesgo
AMARILLO: Tiempo potencialmente peligroso. Puede que no pase nada, pero cuidado por si acaso.
NARANJA: Tiempo peligroso. Daños bastante probables. Siga los consejos de las autoridades.
ROJO: Tiempo muy peligroso. Fenómenos intensos, con riesgo para la población.
Como ven, resulta bastante poco aclarador. De hecho, en la web de la AEMET ni siquiera se lo curran tanto, y se limitan a poner equivalencias tipo «sin riesgo, riesgo, riesgo importante, riesgo extremo.» Tanto es así, que podemos hacer la siguiente tabla de equivalencias para nuestro conocimiento y efectos:
BLANCO = Ni puta idea
VERDE = No es noticia
AMARILLO = Cuidadín
NARANJA = Chungo
ROJO = ¡Hostias, pedrín!
El motivo de tanta ambigüedad se me escapa, aunque tengo mi teoría. Yo creo que los informativos televisivos aún no se han librado del síndrome de «últimas noticias, paren las rotativas» de que han disfrutado durante años. Siempre nos han hecho creer que están al filo de la noticia, junto al teletipo o en contacto directo con el corresponsal que nos trae la noticia a casa, en vivo y en directo. Hasta hace muy poco, los Matías Prats y Ana Blanco del ramo tenían tras de sí imágenes de gente trabajando frente a sus ordenadores, dando la impresión de que estaban transmitiendo junto a la sala de noticias. Es el equivalente moderno del periodista de gafas de carey que trabaja con la máquina del teletipo al lado.
En la actualidad, las cosas han cambiado, y ahora Twitter es una fuente de información más rápida (y en ocasiones más fiable) que los informativos de televisión, pero a la gente de ese medio le encanta seguir dando la imagen de proximidad a la noticia, y por eso siguen usando truquitos como las conexiones en directo (en su mayor parte, innecesarias), las salas de teletipo… o la adopción de lenguaje más propio de una guerra nuclear, como el sistema de colores. En el fondo, no importa mucho qué signifique el naranja o el rojo, basta con transmitir esa idea de «esto está fatal, y nosotros se lo estamos contando.»
Eso significa que el Sistema Televisivo de Unidades ha de adaptarse a los informadores modernos. Mis queridos teleinformadores, bienvenidos al cursillo exprés sobre Información meteorológica Defcon, o cómo hacer que un día de playa suene como el comienzo de la Tercera Guerra Mundial. ¿Creen que es difícil? Ni por asomo. Adelante sin miedo
Ya que hemos hablado de las alertas de colores, comencemos por ahí. Cuando haya alerta blanca o verde, ni pastelero caso. Total, cuando no pasa nada no hay noticia, y tampoco vamos a reconocer que nos faltan datos. En cuanto a la alerta amarilla, no hay que mencionarla a menos que no haya otra alerta superior, ya que tampoco asusta mucho. En realidad, deberían suprimir la alerta amarilla. ¿Qué es eso de «asústese usted pero sólo un poquito?» Las alertas están para acojonar. Por eso se llaman alertas.
Hay que dar énfasis a las alertas naranjas, que imponen más respeto. La idea-fuerza no es informar sino asustar. No es que seamos unos sádicos, sino que las noticias han de parecer espectaculares para que el espectador se quede embobado y no cambie de canal. En este sentido, se recomienda evitar los comienzos tipo «llueve en Extremadura, Andalucía y Valencia» o «nieva fuertemente en el Pirineo Aragonés». Eso sonaba bien en tiempos de Toharia y de los mapas isobáricos garrapateados con rotulador, pero hoy día el único mensaje que se llevaría el espectador es que en invierno llueve y nieva, y eso no es noticia ni es nada. En su lugar, se recomienda una entrada tipo «siete comunidades están en alerta,» que es el equivalente civil de la típica escena de alarmas aullando, militares corriendo de un lado a otro, cazas despegando y llamada frenéticas por el Teléfono Rojo. Luego puede ser o no para tanto, pero entretanto hemos captado la atención del espectador.
En cuanto a la alerta roja, no tengo ni idea de cómo es. En realidad, no recuerdo que le hayan dado énfasis por la tele, no al menos con ese nombre. Por algún motivo que desconozco no se usa el término «alerta roja» en la información meteorológica sino que lo sustituyen por eufemismos como «nivel máximo de alerta.» Podríamos ser bienintencionados y pensar que no quieren alarmar demasiado a la población, aunque me huelo que el motivo es el opuesto: han abusado tanto del término «alerta roja» para describir situaciones inocuas, que usarlo de nuevo daría la impresión de que no es para tanto.
La última tendencia es ir a lo seguro y olvidar el carácter de colores de las alertas. Así, en lugar de hablar de alertas amarilla, naranja o roja, se está estandarizando el tratamiento y hablar sencillamente de Provincias en Alerta (PeA). La gravedad de una ola de calor, o de una tormenta invernal, se mide en Provincias en Alerta. Lo mejor es decirlo nada más comenzar la noticia, así da una impresión equivalente a «¡los misiles están en el aire, corran a evacuar al presidente!»
El índice PeA nos advierte de la gravedad del fenómeno meteorológico Unas pocas PeA mandan el mensaje de que tampoco es para tanto, salvo para los pringados de allí; en el extremo opuesto, «veintitrés provincias están en alerta» es algo gordo a lo que tienes que prestar atención sí o sí. Que nadie sepa en qué consiste la alerta, qué medidas se ha tomado, o que la expresión «treinta provincias se encuentran en alerta» sea lo que antes se conocía como «hace mucho calor por España» o «lluvias fuertes en el Cantábrico» son detalles pijos.
Como complemento del sistema de códigos de colores, no olvidemos que estamos en la era del impacto visual. Todos hemos visto películas donde aparece el centro de control del NORAD con mapas, imágenes por satélite y despliegue de tropas. Como aquí no tenemos NORAD (y de haberlo, no nos dejarían entrar con las cámaras), nada mejor que enviar un reportero al centro de control de la DGT o la AEMET. Total, nos dirán lo mismo que la aplicación del móvil, pero así se da la impresión de estar al pie de la noticia, transmitiendo la información fielmente y todo ese rollo.
Complemento indispensable es el/la corresponsal ubicado en «el ojo del huracán» (tradúzcase como «el meollo del asunto»). Eso lo usan mucho los informativos americanos, donde parecen complacerse, regodearse más bien, en enviar a alguien con micrófono para que se lo lleve el viento. Aquí todavía no somos tan cabrones, pero sí que enviamos a la becaria de turno a Pajares o a Guadarrama para que nos explique cómo se está helando delante de la cámara. No es lo mismo, pero así parece que la gente se lo curra. Y más importante aún, hacemos que los espectadores se sientan mejor cuando ven a la chiquilla pasando frío mientras ellos se encuentran en casita tan calentitos.
Complemento imprescindible de la escenografía anteriormente descrita es un sistema de unidades que permitan un acercamiento del espectador a la noticia; es decir, que le asusten mientras el presentador queda como un rey. En esto, el Sistema Internacional ha fracasado miserablemente. Los milibares, los grados centígrados y los litros por metro cuadrado motivan tan poco como ver a Ana Obregón conduciendo un tractor, y las únicas modificaciones dignas de mención son bobadas del calibre de llamar Celsius a los grados o sustituir el milibar por el hectopascal.
No, el Sistema Televisivo de Unidades tiene una sección especial de unidades que nos permitirá medir la magnitud de los fenómenos meteorológicos extremos, sea un huracán devastador o una mera lluvia primaveral. Vamos a tratar aquí la subsección veraniega, y dejaremos los desastres invernales para otra ocasión, que no quiero cansarles demasiado.
En verano, cuando hace calor, la verdad es que hay poca tela que cortar. Al grado Celsius se le unen otras unidades como el bañista. Indicar cuántas personas están disfrutando del sol en las playas españolas es una indicación de lo bien que está el tiempo allí. Por extensión -para qué negarlo- transmite el mensaje de «y ustedes no, pringaos,» y nada impresiona más a los mindundis como el que alguien les llame pringaos.
Mi impresión es que se limitan a dar el dato de los bañistas para dar envidia a los españoles que habitan las zonas centrales de la península. No sólo resulta poco útil a los extremeños o los castellano-leoneses saber que hay gente tomando el sol en Fuengirola, sino que ni siquiera se limitan a decirnos cuántos bañistas hay en la playa, lo que al menos sería una forma de establecer lo bien que se está (evidentemente, no es lo mismo diez que diez mil). El grado de imprecisión al contar personas es similar al que ya describí en la primera parte del STU. La escala es aquí mucho menos definida, y solamente podemos describirla de forma aproximada:
– Los Unos Pocos Valientes (UPV). Esto se suele decir cuando el agua está cercana al punto de congelación, y transmite la idea de que hay que estar loco para intentarlo siquiera. Se utiliza, por supuesto, en temporada invernal. Si los bañistas son extranjeros, debe darse ese dato con un leve deje de superioridad, en plan «están locos estos alemanes.» No suele ser de aplicación en verano, salvo que nos encontremos frente a una invasión de medusas. En ese último caso, la unidad adopta el nombre de Bañistas Atacados por Medusas (BApM); el nombre alternativo de Bañistas Pringaos que se han Dejado Picar no está autorizado oficialmente, aunque se sobreentiende.
– Los Vecinos en la Playa (VP). Transmite la idea de que no se está mal en la playa, así que los habitantes de la ciudad costera se pasan por allí para disfrutar un poco de la buena temperatura. Eso y nada es lo mismo en cuanto a valor informativo; en realidad es análogo a filmar guiris haciendo cola frente al Museo del Prado, pero aquí podemos filmar a una tía en topless.
– La Playa al Completo (PC). Se pasa de unos cuantos bañistas locales a montones de ellos. Supuestamente han llenado la playa hasta la bandera, si bien cualquiera que haya veraneado en Almuñécar sabrá que eso es falso de toda falsedad y que en esa pretendida «playa al completo» hay huecos suficientes para que aterrice un 747.
– La Playa donde no Cabe una Sombrilla (PnCS). Sigue habiendo huecos, pero apenas cabría una furgoneta en ellos. En realidad, es muy similar a la Playa al Completo, y podemos convertir la una en la otra mediante una elección sabia del ángulo de filmación. O sencillamente, será una u otra según le venga mejor aparcar al corresponsal.
– La Playa donde no Cabe un Alfiler (PnCA), similar a la anterior, cuya única diferencia es el mensaje subliminal, algo así como «no se molesten en venir que no hay sitio para usted, quédese en su pareada e intente sobrevivir con el aire acondicionado y las piscina municipales hasta que terminen sus bien merecidas vacaciones»
El bañista es una unidad de disfrute playero asociado a la altas temperaturas, y como tal es fuertemente dependiente de la playa en cuestión. Es imprescindible indicar cuál es la playa que estamos considerando, del mismo modo que no es lo mismo Celsius que Fahrenheit. En realidad, el bañista es una unidad de valor variable dependiendo de en qué playa esté. El motivo es que, lo reconozcan o no, los informativos suelen estar pensados para los madrileños (y no es casualidad que los centros de transmisión están allí), de forma que hay que medir con rasero madrileño. No es lo mismo una playa en Málaga o Alicante a pocas horas en cómoda autovía, que una playa frente a las Islas Cíes, que además de fría está más lejos.
En cuanto a los bañistas canarios, carecen totalmente de valor a efectos informativos, ya que a) las islas quedan muy lejos de Madrid y no hay autovía, y b) en Canarias siempre gozan de estupendas temperaturas, así que decir que la gente se baña en Maspalomas es como informar de que en Valencia se come paella; es decir, se puede usar como noticia, pero mejor esperar a ver si hay otras noticias de verdad.
Esa variabilidad es también patente en otra unidad útil para medir la calidez de un fin de semana o de un intervalo de tiempo mayor: el Kilómetro de Retención (KdR). Mide los atascos a las afueras de los grandes núcleos urbanos, por lo general poblados por millones de españolitos ávidos de eso que llaman merecidas vacaciones. Sin entrar en detalles sobre si esas vacaciones son merecidas o no, el KdR nos indica de forma más o menos aproximada cuántos veraneantes se han lanzado como locos a la playa, la montaña o cualquier otro lugar lejos del jefe y de la suegra.
Existen otras formas de medir el trasiego vacacional, como el Tráfico en Barajas (TeB), el número TRR (Trenes de Refuerzo de RENFE) o el Índice de Ocupación Hotelera (IOH), pero esos parámetros están más ligados a factores socioeconómicos globales, esto es, si la gente tiene pasta para las vacaciones o no; en eso, sirven para medir lo bien que va la economía pero no el buen tiempo. Por contra, el KdR está más ligado al clima veraniego, porque una persona no tiene más que coger el coche y plantarse en el apartamento de Alicante, o bien para un finde rápido en la playa. El coche es más versátil, nos encanta usarlo, no necesitamos reservar billete, y en consecuencia es un buen indicador de la avidez de playa que el clima veraniego nos provoca.
Cualquiera que se haya montado un día de veraneo dominical en Almuñécar y vuelto luego a Granada sabrá de lo que hablo. Cuando el clima nos grita «playa, playa,» oímos y obedecemos. Luego se forman unos pollos de tráfico tremendos para volver a Granada. La autovía, que ya llega hasta Motril, alivió este problema, pero ahora resulta que hay que cortarla para reparaciones (sorpresa, sorpresa), de modo que volvemos a hacer caravana por carreteras de esas que ahora llaman secundarias, como en los años setenta. Cuanto mayor sea la cola de automóviles para volver, tanto mejor lo hemos pasado. Sí, es una tortura china, pero que nos quiten lo bailao.
Sin embargo, no verán ustedes esa noticia en el Telediario de ningún informativo, salvo el local y tal vez el de Canal Sur. El motivo es que España es muy grande y habría que dar un montón de datos sobre KdR. Únase a eso el hecho de que los teleinformadores viven y trabajen en Madrid (o zona metropolitana de influencia), y entenderá usted que lo que les preocupe son las retenciones allí. Para que no se les vea el plumero, disimulan un pelín y así tenemos la unidad estándar: el Kilómetro de Retención a la Salida de las Grandes Ciudades (KRSGC). Si por ellos fuera, lo llamarían «kilómetro de retención a las afueras de Madrid,» pero como digo prefieren hacer como que se preocupan por todos los españoles.
Como resultado, esas «grandes ciudades» incluyen la capital del Reino, ciudades gordas como Barcelona o Sevilla, destinos turísticos típicos como Valencia o Málaga, las grandes autovías que conectan la periferia con el centro… y poco más. La información se hace sola: un comentarista apostado en la sala de pantallas de la DGT, unos cuantos distribuidos en un par de carreteras, si hay suerte alguna imagen de un accidente de tráfico, y de fondo la voz que nos informa de que ha sido un fin de semana, o una quincena, buena solamente se han matado quince personas. De ahí también podemos sacar unidades para medir accidentes, pero lo dejaremos para mejor ocasión.
Resulta muy extraño que el Sistema Televisivo de Unidades no tenga algo para medir la exposición solar. Los índices UV están bien definidos y la AEMET nos da predicciones para todo el territorio nacional. Sin embargo, los informativos no los utilizan en los días de mucho sol. ¿Por qué? Quizá porque eso significaría proporcionar información precisa, y lo que debe hacer un buen informativo es dejar a la gente en vilo. Por ello, en lugar de dar datos y dejar que la gente utilice su cerebro para procesarla, la fórmula pasa por buscar a un médico o un socorrista de playa y ponerlo frente a la cámara para que nos cuente que hay que tomar precauciones porque la cosa está muy peligrosa. Tenemos así la unidad Experto que da la Voz de Alarma (EVA), de gran aplicación en casi cualquier rama del informativo.
Cuantos más EVA salgan en antena, y más tiempo se les asigne, mayor es la incidencia de los rayos ultravioleta sobre la gente. Un factor asociado al EVA es el «experto que advierte de que el peligro es especialmente agudo para personas mayores, niños y personas con antecedentes familiares de enfermedades cutáneas,» lo que transmite la idea de que esto no es un juego porque peligra la vida (perdón, ahora se dice la integridad física) de las personas. Aunque no es parte del STU, conviene que la voz en off que nos introduce a los peligros del sol venga acompañado de un fondo visual donde aparezcan jóvenes núbiles altamente bronceadas, quizá para enviar un mensaje subliminal tipo «sí, están buenas y se lo están pasando de fábula, pero ya verás cómo acaban dentro de unos años, rubias inconscientes.»
Una indicación de que en cierto lugar se sufre un calor extremo es la aparición de una unidad de medida multifunción: Los más Viejos del Lugar (LVL). Se trata de una o varias personas, ancianos con larga experiencia en asuntos de la vida, testificando ante las cámaras que nunca habían sentido un calor así que y ninguno recuerda un verano más cálido. Un LVL es como el óxido nitroso en el buga de Vin Diesel, un multiplicador de fuerza para indicar que no solamente hace un calor que parte las piedras, es que nunca se ha experimentado algo así ni en tiempos de los dinosaurios. Si se puede confirmar con un registro histórico, extra bonus, pero en cualquier caso sigue siendo una unidad mayúscula de calor a lo grande, indiscutible y espectacular.
¿Qué más podríamos decir del Sistema Televisivo de Unidades para describir las altas temperaturas? Existen muchos tipos de unidades para ello, si bien no están bien definidas, ni falta que hace. Dependiendo del presupuesto que tengan para enviar corresponsales a largas distancias (digamos Pozuelo de Alarcón o Guadalajara), los minutos que tenga el director de informativos para rellenar tiempo antes del fútbol y la resistencia de los becarios a las altas temperaturas, podemos incluir unidades dispares de refrescamiento masivo. En orden decreciente de poderío económico, tenemos el Complejo Turístico de Alta Gama, el Parque Acuático, la Piscina Municipal y la Alberca del Pueblo; todas ellas con el consiguiente «rebosantes de gente,» por supuesto, salvo quizá la primera (por eso de que aún hay clases). En el extremo pobre, tenemos el humilde Camión de Bomberos usado para Refrescar a Niños y Mayores, la Piscina Plegable junto a la Barbacoa en el Patio de Casa, el Río Cercano y la Manguera de Plástico Verde.
En general, dar información meteorológica sensacionalista en verano es muy difícil. Sólo hay un número limitado de formas de decir que hace calor. Calor, mucho calor, calor asfixiante, poco más. Cuando estamos en verano no hay nubes, apenas tenemos alguna que otra tormenta ocasional que nos salva de la monotonía durante unas pocas horas para volver a lo de siempre.
Incluso el término técnico vigente es aburrido. Antes se decía eso de «buen tiempo» cuando hacía sol y no llovía. Con el tiempo, los meteorólogos se dieron cuenta de lo contraproducente que resulta llamar bueno a un tiempo que provoca sequías, pérdidas de cosechas y racionamientos de agua, así que cambiaron el palabro de «bueno» a «estable.» Ahora estar bajo un sol de justicia que parte las piedras es estabilidad. Personalmente veo igual de estable una semana completa de lluvias, pero no voy a discutir por eso a estas alturas. Lo que importa es que el tiempo cálido es tan aburrido que duerme a las ovejas.
Pero el mal tiempo, digo el tiempo inestable… ah, amigos, ese es el paraíso de los informadores meteorológicos. Podemos tener mil formas de inestabilidad: lluvias, tormentas, nieblas, granizo, rayos y truenos. Campo abonado para que el Sistema Televisivo de Unidades, diseñado especialmente para asustar y confundir al televidente, pueda desplegar toda su potencia. No se vayan muy lejos, que pronto los pondré a todos en alerta roja.
Muy bueno, me he reído de lo lindo… Solo un pequeño detalle: lo de que en Canarias siempre gozamos de buenas temperaturas es un tópico que, por muy extendido que esté, sigue siendo eso, un tópico. Por supuesto, si vas a una agencia de viajes en Febrero para contratar una semanita de vacaciones en Tenerife te dirán que qué estupendo y qué guay y qué temperaturas tan agradables, con la pelona que está cayendo en la Península… y cuando llegas al Aeropuerto de los Rodeos (el Reina Sofía está en el Sur de la isla, y por eso la cosa es diferente) te encuentras con una niebla que te cala los huesos y una temperatura a mediodía de 12 o 14 grados, que sumados a la ya citada neblina se convierten en unos 8 o 10 grados «secos» de, digamos, Valladolid o Teruel. No es la Antártida, pero a ver quien es el majete que sale a la calle con las chancletas y los pantalones cortos que ha echado en la maleta pensando que las Canarias son una especie de Caribe de andar por casa…
La culpa la tienen los informativos, como siempre: dan las temperaturas en las Islas citando las que se registran al nivel del mar; y se olvidan de que allí en cuanto te alejas 10 kilómetros de la costa, hacia el interior, ya has subido 1.000 o 1.200 metros de altitud. Es un poco como si al dar las temperaturas de la provincia de Granada solo citasen las de Motril: a ver qué carajo tiene que ver eso con la rasca que hace en ese momento en Trévelez, por poner un ejemplo.
Hay una anécdota que ilustra perfectamente esto que te acabo de contar: supongo que habrás oído hablar de un grupo folclórico, últimamente también dedicado a boleros y similares, llamado «Los Sabandeños». Pues bien, si buscas imágenes de «Los Sabandeños» encontrarás alguna donde aparecen uniformados con una especie de capa; fue algo así como su imagen corporativa durante muchos años. Dicho indumento, cuyo nombre real es «Manta Esperancera», por ser típica de la localidad de La Esperanza, en Tenerife, es en realidad una manta de lana que pesará sus buenos 6 kilos. Así que ya me dirás: cuando el traje típico de una zona de Tenerife, situada además a escasos 20 kilómetros de la costa, incluye semejante prenda de abrigo, habrá que plantearse seriamente lo de la «Eterna Primavera», ¿no?
De todas formas no se lo cuentes a nadie, porque necesitamos que el turismo siga viniendo en pleno invierno, y además con poco abrigo, que las tiendas de ropa también necsitan vender, jajaja…
Un saludo
12 ó 14 grados puede ser una noche «fresca» de San Fermín sin problemas… que se soluciona llevando un blusón o una rebeca… Así que si, me parece buena temperatura ;D
Saludos