Regalos para mentes inquietas: astronomía

Por Arturo Quirantes, el 1 diciembre, 2011. Categoría(s): Divulgación • Espacio ✎ 9

Observando el cielo

Inauguro esta sección, dedicada a los pequeños cerebros inquietos de este país, con una breve guía para potenciales regaladores que no saben cómo acertar con un peque que esté interesado por la astronomía. O con una peque que esté interesada por la astronomía.  O con un adulto que esté interesado por la astronomía.

No es necesario que el interfecto sea un apasionado del tema, que se haya visto Cosmos media docena de veces, o que se conozca el nombre de todos los personajes de Star Trek.  La observación del cielo es algo muy agradable, y quienes hayáis salido al campo en verano lo habréis notado.  Desafortunadamente, nuestras sobreiluminadas ciudades cada vez nos permiten menos posibilidades de disfrutar el firmamento.  Pero sigue habiendo muchos rincones donde podemos ver el mismo cielo estrellado que acompañó a la Humanidad desde el principio.  Realmente, no creo que los Neandertales o los Austrolopitecus hayan mirado el cielo de forma distinta a nosotros, al menos en lo que a quedarse con la boca abierta se refiere.

Como estamos en Física de Película, le recordaré la película Deep Impact. Comienza con un grupo de adolescentes observando el cielo con sus telescopios.  Si podéis echar mano a esa película, os la recomiendo.  No sólo es buena desde el punto de vista físico, sino que nos servirá para ilustrar este artículo.

Muy bien, ya está usted convencido, adulto comprador de regalos.  Va a descubrir el Universo para el peque.  Ahora es cuando surgen las dudas sobre qué comprar, dónde, cuánto me va a costar, y sobre todo, de qué va a servir si luego se cansa de mirar al cielo.  Vamos poco a poco.  Lo primero es decidir qué instrumento de observación será el más adecuado.  Yo he sido aficionado a la astronomía durante muchos años, así que permítame compartir ni experiencia con usted.

Sorprendentemente, puede que su mejor elección sea un buen par de prismáticos.  Aunque parezcan poca cosa frente a los telescopios y sus centenares de aumentos, unos prismáticos son un instrumento de observación astronómica muy adecuado.  Su menor aumento significa que, en comparación con un telescopio, permiten ver regiones mayores del cielo.  Si aparece un cometa, o quiere ver la Vía Láctea en verano, los telescopios solamente le permitirán ver un pequeño fragmento, pero los prismáticos nos proporcionan una imagen panorámica del conjunto.  Por poca potencia que tenga, nos acerca millares de estrellas, galaxias, cúmulos globulares, satélites artificiales, etc.  Es ligero, compacto, fácil de llevar. Y si el niño se cansa de ellos, siempre pueden usarse para observación diurna, ya sea en el campo o en la ciudad.

¿Qué cualidades deben tener unos prismáticos?  En primer lugar, asegúrese de que sean cómodos y sólidos.  Un instrumento mal fabricado, endeble o quebradizo será una segura fuente de frustraciones, así que hágame caso y huya como de la peste de esos cachivaches de plástico barato.  Cójalos con la mano, vea que se sujeten bien a ellas, siéntase cómodos con ellos.  Compruebe que se pueden abrir y cerrar, de forma que puedan adaptarse tanto a los ojos y manos de un adulto como a los de un niño.

Seguidamente, fíjese en las lentes, especialmente en las lentes objetivo (las grandes, por donde entra la luz).  Si ve su propio reflejo nítido y brillante, malo, eso significa que se refleja mucha luz en el objetivo.  Los buenos prismáticos tienen un recubrimiento antirreflejante, gracias al cual casi toda la luz que entra en el objetivo sale por el ocular hasta el ojo.  Si ve usted que el reflejo del objetivo es de color azulado, amarillento o violáceo, significa que tiene un buen recubrimiento.  No regatee en esto, porque en observación astronómica hay que aprovechar toda la luz que llega de las estrellas.  No podrá verlas bien si las lentes le han robado parte de esa luz, o peor aún, si las lentes producen imágenes adicionales por falta de un buen recubrimiento.

Luego vienen las características ópticas.  ¿Cuántos aumentos?  ¿Qué tamaño?  En principio, el parámetro más importante en unos prismáticos es el diámetro del objetivo. A mayor diámetro, mayor cantidad de fotones, lo que se traduce en mayor número de estrellas, más detalles en lo que estamos viendo, mejor en general.  Pero el diámetro tiene un límite práctico: si es excesivo, los prismáticos serán demasiado voluminosos para sujetarlos. Sólo hay una excepción: si sirve usted en la Armada y le dan unos prismáticos como estos.

Después del diámetro de abertura, el parámetro más importante es el aumento.  Erróneamente se suele pensar que, cuanto mayor aumento, mejor.  Es el tipo de personas que suele hablar de «telescopios muy potentes,» como si fuesen piezas de artillería. Cuanto mayor sea el aumento, mayor será también el temblor que inevitablemente transmitirán las manos a los prismáticos.  Mejor unos de cinco aumentos que podamos sujetar bien, en vez de unos de veinte aumentos que, a los pocos segundos de cogerlos, ya están temblando en sus manos.  Pero incluso con un pulso de hierro, un número excesivo de aumentos es desaconsejable más allá de cierto punto.  Más aumentos le permitirá ver las cosas más grandes, pero el campo de visión será menor, es decir, solamente podrá ver una pequeña región del cielo. Lo que es peor, si la misma imagen la aumentamos más, su brillo será menor.  Acabaremos viendo un fragmento del cielo muy pequeño y con poca luz.

¿La receta del profe?  En los prismáticos aparecen números del tipo 10×50 o 20×70.  El primer número indica los aumentos, el segundo nos da el diámetro del objetivo en milímetros.  El truco consiste en dividir el número grande por el pequeño: si el cociente es igual o mayor que cinco, entonces nuestros prismáticos valen para observación astronómica.  Unos prismáticos de 7×50 o de 10×50 irán muy bien, y recomiendo ambos tamaños.  Si se trata de un regalo para un niño, mejor los de 7×50, porque serán más pequeños y fáciles tanto de transportar como (muy importante) de sujetar.

El diámetro del ocular de los prismáticos debería ser del orden de 40-60 milímetros.  Más grandes, y tendremos un objeto pesado y difícil de manejar.  Diámetros menores tampoco son muy útiles, porque apenas entrará luz en el instrumento (por ejemplo, los binoculares de ópera, que tienen un diámetro pequeño pero funcionan en ambientes bien iluminados).

Si es para un niño que no tiene ningún otro instrumento de observación, unos buenos prismáticos serán la mejor elección.  Como dije antes, incluso si se cansa de ver estrellas, podrá usarla para ver pájaros o paisajes.  Pero supongamos a que nuestro pequeño Carl Sagan ya se les ha quedado pequeños.  ¿Qué nos recomienda, profe?

Antes de empezar de hablar del tema, unas cuantas advertencias serias si no quiere que su regalo resulte un desastre:

1) Cuando vaya a cualquier tienda y vea las cajas de los telescopios, donde aparecen imágenes de nebulosas y galaxias espectaculares, no les haga el menor caso.  Esas imágenes han sido tomadas en observatorios profesionales. Un fabricante honrado al menos indicará la procedencia de las fotografías; si lee usted algo del tipo «HST,» por ejemplo, sepa que la imagen proviene … ¡del Telescopio Espacial Hubble!  Lo que se vea a través del telescopio se parecerá a esas fotos como un huevo a una castaña.  No deje que le den gato por liebre.

2) Desconfíe también de esas afirmaciones sobre los centenares de aumentos que tiene el telescopio.  En teoría, un buen telescopio con un buen ocular pueden lograr aumentos de, digamos, 300-400 aumentos.  Pero eso es, repito, para un buen telescopio con una buena montura y en condiciones atmosféricas muy buenas.  Por lo general, las turbulencias atmosféricas le impedirán una buena visión, y por lo general imponen un límite de unos 1.000 aumentos en condiciones perfectas. Peor aún, el telescopio que tendrá usted a la vista puede que sea un instrumento con lentes de escasa calidad.  No le sorprenda que ocular sea ¡una lente de plástico!. En ese caso, olvídese de ver bien con más de cien aumentos, no digo ya cuatrocientos o mil.  Si ve usted que el telescopio tiene una montura altacimutal, es decir, que puede girar en un eje vertical y otro horizontal, es que no está pensado como instrumento astronómico.  Lo mejor es una montura ecuatorial: uno de los ejes está orientado según la latitud local, de forma que para seguir el movimiento aparente de una estrella basta con mover el otro eje.

3) Es imprescindible, repito, imprescindible, y a riesgo de sonar pesado me repetiré, imprescindible contar con una montura sólida.  Si está usted viendo una imagen aumentada cien veces, imagínese cómo le afectará cualquier movimiento de su telescopio.  Una mala montura, y cualquier vibración moverá su campo de visión.  No es agradable estar viendo una zona del cielo que se mueve una y otra vez cada vez que usted toca el telescopio, lo ajusta, o simplemente mueve los pies.  Si el telescopio carece de una montura sólida, salga corriendo.

Vamos a ver qué tipo de telescopio es adecuado para ver el cielo.  No preste atención a esos instrumentos que parecen telescopios pero son poco más que catalejos para visión diurna.  En astronomía hay tres parámetros clave: diámetro, diámetro, diámetro.  Cuanto mayor sea la abertura de un telescopio, mayor será la cantidad de luz que entrará, igual que dijimos antes en el caso de los prismáticos.

El aumento total depende no sólo del telescopio en sí, sino del ocular por el que vamos a mirar.  Un telescopio bueno de aficionado le permitirá unos cuantos centenares de aumentos.  Eso sí, no se obsesione con los aumentos, hay veces en que pocos aumentos son mejor que muchos.  Por lo general, en un telescopio pondrá algo así como «distancia focal: 2000 mm.»  Esa es la distancia focal del objetivo.  Dividiendo ese número por la distancia focal del ocular tendremos los aumentos.  Los oculares más pequeños tienen focales de unos cinco milímetros, lo que nos dará un máximo de 2000/5 = 400 aumentos.  Aumentos mayores exigen mayores distancias focales … y cielos excepcionalmente limpios.

En general, hay dos tipos de telescopios: refractores y reflectores.  La diferencia está en los elementos que reciben la luz (los objetivos).  En el caso de los refractores son lentes; en el de los reflectores, espejos.

Vean una escena de Deep Impact donde aparecen los dos tipos de telescopios:

La chica, a la derecha, está usando un telescopio refractor.  El funcionamiento es el que hemos visto muchas veces: la luz entra por la parte superior (el objetivo) y sale por la inferior (el ocular).  Sin embargo, el profe de la izquierda está mirando no por un extremo, sino por un lateral.  En este caso, la luz llega hasta el extremo inferior del telescopio, donde un espejo cóncavo devuelve la luz por donde ha venido.  Justo antes de salir del telescopio, un pequeño espejo refleja la luz hacia la izquierda, donde está el ocular y el observador.  Este tipo de instrumento se llama telescopio newtoniano.

Un tercer tipo, llamado reflector Schmidt-Cassegrain, viene a ser un híbrido de los dos.  La luz entra a través de una lente (en el caso del Cassegrain a secas, una placa de vidrio), rebota en un espejo primario, vuelve a la parte superior del tubo, y un segundo espejo (secundario) devuelve la luz a su trayectoria original.  Un agujero en el espejo primario permite salir la luz, que llega finalmente al ocular.  Casi mejor copypasteo de la Wikipedia, y lo verán mejor:

A estas alturas debe usted estar harto de tanta zarandaja, así que voy a ir concretando:

– Los refractores son de tubo cerrado, lo que minimiza los problemas de visión derivados de las turbulencias de aire dentro del propio telescopio.  Como resultado, nos dan las imágenes más nítidas.  Eso los hace insuperables para, por ejemplo, la observación de planetas, o para astrofotografía.  Su mayor inconveniente es el precio: para un diámetro de objetivo dado, son muchos más caros que los reflectores.

– Los reflectores newtonianos son la opción más económica.  Proporcionan buena relación calidad-precio y son útiles para todo tipo de observaciones.  No darán imágenes tan nítidas como los refractores, pero en general van bien, y sólo un avezado astrónomo aficionado notará la diferencia.

– Los reflectores Schmidt-Cassegrain (y similares) son más caros que los newtonianos, pero no tanto como los refractores.  Su geometría los hace más cortos (y, por tanto, más manejables) que los otros en términos de distancia focal, lo que viene muy bien a la hora de transportarlos hasta la zona de observación.  Tienen una calidad de imagen casi comparable a la de los refractores.

Si puede usted permitírselo, y ve que el niño está a la altura (le gusta realmente la observación celeste), un reflector Cassegrain (o Schmidt-Cassegrain) de 15-20 centímetros de diámetro de objetivo.  Es el preferido por los astrónomos aficionados, un cacharro serio, y no sale barato. Si no lo ve usted muy claro, y prefiere jugar a lo seguro con un buen telescopio a un precio razonable, un reflector newtoniano de 10 centímetros de objetivo es, en mi opinión, la elección ideal.

Cualquiera que haya sido su elección, recuerde que un telescopio puede ser bueno o barato, pero no las dos cosas.  En esto no se puede ahorrar.  Si quiere un telescopio en condiciones, rásquese el bolsillo.  No crea eso de que incluso un telescopio barato servirá para la tarea.  Si la tarea es quedar bien dándole al niño una caja impresionante con bonitas fotografías de galaxias impresas en su exterior, enhorabuena, misión cumplida.  Pero recuerde que también lo está condenando a la frustración.  Hay pocas cosas más decepcionantes que intentar descubrir el cielo a través de un telescopio inadecuado, y luego no hay dinero que arregle eso.  Si no está por la labor, vale, hágale un favor al niño y lléveselo a Port Aventura, al cine, a comprar juguetes de Lego, a escalar el Himalaya.  Lo que quiera.  Pero nunca, nunca, NUNCA LE DÉ UN TELESCOPIO BARATO.  ¿Ha quedado claro?  ¡Nunca!  ¡Ni aunque Mariano Rajoy le prometa un ministerio!

Si el presupuesto no le llega para un telescopio, su mejor elección es un buen par de prismáticos. Luego vendrá el jaleo de los complementos, pero no se caliente la cabeza, deje que el niño (y el bolsillo de su padre) se ocupen de eso.  Si realmente le pica el gusanillo de la astronomía, ya se buscará la vida.  Por lo general, cada telescopio vendrá con un par de oculares, y no necesitará más accesorios.  Lo que necesite lo irá demandando, como la típica libreta de notas, la linterna cubierta de celofán rojo (permite ver sin destruir la acomodación del ojo a la oscuridad).

En cualquier caso, cualquiera sea su elección, el kit de pequeño astrónomo estará incompleto sin dos elementos fundamentales.  El primero es el buscador de estrellas.

Es un pequeño planisferio celeste, extraordinariamente útil, que permite orientarse en el firmamento.  Se gira según el día del año y la hora local, y nos muestra la posición y orientación de las principales estrellas del cielo.  El modelo que les muestro en la fotografía debe ser particularmente bueno, porque cuando yo era pequeño me regalaron uno, y todavía lo tengo en perfecto estado.

El buscador de estrellas te orienta, pero poco más.  Es necesario contar con una buena guía de estrellas, algo así como un mapa de carreteras, pero en galáctico.  No sé cuál recomendarles, porque hay muchas y muy buenas.  Por lo que pueda valer, la que yo usaba años ha era la Guía de Estrellas y Planetas de los Hemisferios Norte y Sur, de Jay M. Pasachoff (bueno, en realidad, era de Donald H. Menzel; luego se convirtió en la de Menzel y Pasachoff; después fue la guía de Pasachoff y Menzel, y al final Menzel murió y Pasachoff se quedó el chiringuito).  Contiene información sobre todo lo que se puede ver con prismáticos o un pequeño telescopio, incluida una serie de reproducciones detalladas de los hemisferios norte y sur, mapas de la luna, posiciones de los planetas, etc.

¿Y si el presupuesto ni siquiera le da para unos prismáticos decentes?  Pues en ese caso, videos.  Búsquese una buena colección de videos divulgativos.  Ahora mismo, Brian Cox está partiendo la pana en la BBC con sus colecciones Wonders of the Solar System y Wonders of the Universe.  El venerable Cosmos, de Carl Sagan, puede ser algo espeso para las mentes infantiles, y queda algo desfasado en este siglo; pero sigue siendo una elección de primera categoría, algo así como regalar una colección de éxitos de los Beatles.  Y si no, libros.  Esa guía de estrellas que le comenté antes (la de Pasachoff, o cualquier otra)  puede ser una buena «excusa» para que el enano comience a descubrir el Universo.  Hay cantidad de libros con imágenes espectaculares del espacio.

Pero, por favor, haga algo original.  Vaya más allá de los típicos regalitos de plástico ultracaro de Bob Esponja o los Gormiti.  La astronomía es algo espectacular, los niños están esperando que se la ofrezcamos.  Y si no lo hacemos nosotros, ¿qué les quedará?  ¿La Noria 2021?



9 Comentarios

  1. La entrada resulto amena, divertida y contundente todo un ABC para el astrónomo aficionado infantil -y no tan infantil-.

    ¿Solo una duda?… (Supongo que se refiere a un chiste local) pero que significa eso de:
    ¿La Noria 2021?.

    Saludos desde México

  2. Yo solo con tumbarme en la hierba ya disfruto y eso que en Madrid a simple vista suerte tenemos de llegar a ver la Luna.

    Últimamente estoy bastante interesado en muchos temas de la astrología y esto es una buena idea para algún día hacerme un autoregalo.

  3. Excelente y útil artículo, de veras.

    Lo de «interfecto» en el segundo párrafo no acabo de verlo, porque por lo que parece se está usted refiriendo a seres vivos. Aunque no digo yo que los muertos no disfruten de la astronomía…

    Un saludo y siga así.

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Por Arturo Quirantes, publicado el 1 diciembre, 2011
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