Luna azul

Por Arturo Quirantes, el 21 junio, 2011. Categoría(s): Espacio ✎ 2

luna azul

Hace pocos días, tuvimos la oportunidad de disfrutar de un eclipse de luna.  Durante un par de horas, la sombra de la Tierra envuelve a su satélite en su totalidad.  En la fase de totalidad, la luna es escasamente visible.  Esperando una luna negra, o cuando menos gris oscuro, quizá a más de uno le sorprendiese la tonalidad marrón-rojiza que presentaba nuestro satélite.

Eso se debe a la presencia de partículas en suspensión atmosférica.  Cuando la Luna o el Sol se encuentran muy bajos en el horizonte, suelen presentar una coloración rojiza.  En esos momentos, sus rayos atraviesan una cantidad mayor de partículas de diverso tipo: humo de incendios, polvo de cuencas desérticas, sales marinas del océano.  Dependiendo del gusto de cada uno, puede resultar una visión muy poética … o no.  Una vez, mi esposa me preguntó por el origen de esa hermosa capa de color marrón que se veía en el horizonte.  Tuve la torpeza de responderle la verdad.  No ha vuelto a preguntarme más sobre Física.

Cuando la Tierra se ha visto sacudida por erupciones volcánicas, el efecto de luna o sol rojos es perceptible incluso cuando éstos se encuentran lejos del horizonte.  Últimamente no salimos de sustos, y cuando un volcán se duerme en Islandia, otro se despierta en Sudamérica.  Las partículas grandes se depositan rápidamente en el suelo, pero las más pequeñas, inferiores en tamaño a una micra, llegan hasta las capas altas de la atmósfera, donde pueden permanecer meses o incluso años.  Si son lo bastante pequeñas, entra en acción la llamada dispersión de Rayleigh, cuyo resultado es una mayor difusión de la luz en longitudes de onda cortas a favor de las de onda larga.  Dicho en román paladino: la luz azul se dispersa en otras direcciones, y la que alcanza nuestros ojos tiene una mayor proporción de luz roja. Por eso vemos atardeceres rojos y cielos azules.

Sin embargo, en ocasiones la situación es justo la opuesta: la luz roja se hace a un lado, haciendo que sol y luna adquieran un hermoso color azul.

Una de las primeras referencias sobre este fenómeno proviene del historiador romano Plutarco. El año 44 antes de Cristo, una erupción del volcán Etna cubrió el cielo de Roma con tonalidades rojas.  Al cabo de cierto tiempo, el polvo de la atmósfera se sedimentó y pudo verse claramente un sol azul. En diversas ocasiones se observaron asimismo soles azulados, debidos a erupciones volcánicas.  El acontecimiento más espectacular, ampliamente documentado, tuvo lugar en 1883, con motivo de la erupción del volcán Krakatoa.  Las crónicas de la época nos dicen que el sol se veía de color azul.

Más extraño aún fue el suceso del Cotopaxi en 1880: la erupción de ese volcán permitió ver brevemente un impresionante sol verde.  Digno de la mejor película de ciencia-ficción.

En época más reciente, una serie de grandes incendios forestales en Alberta (Canadá) en septiembre de 1950 originó un sol azul, claramente visible no solamente en Norteamérica, sino en Irlanda e Inglaterra, donde las partículas de humo llegaron unos días después.

Y el 19 de abril de 1991, un grupo de científicos a bordo de un avión de observación de la NASA tuvieron la fortuna de observar y fotografiar un sol azul sobre Nuevo México (EEUU)

Sol azul a través de una capa de aerosol, visto desde un avión DC-8 de la NASA (Fuente: «Observation of a blue sun over New Mexico, U.S.A., on 19 april 1991» Atmospheric Environment v.28. nº4, 621-630, 1994)

La luna azul es un fenómeno extraordinario.  Para que suceda, ha de darse un conjunto de condiciones muy específicas.  Las partículas responsables, presentes en la atmósfera en cantidad suficiente, han de ser casi monodispersas, es decir, deben tener todas un tamaño similar, y que éste oscile entre 0.5 y 1 micras de radio.  También han de ser partículas poco absorbentes.  Como lo habitual es que los aerosoles atmosféricos tengan un rango de tamaños muy amplio, estas circunstancias no suelen darse.  Pero cuando sucede, es un espectáculo digno de verse.  O eso dicen.

Asociar una luna azul a fenómenos infrecuentes es algo muy arraigado en la tradición anglosajona. Hay en Estados Unidos un dicho al respecto: cuando algo pasa “de higos a brevas”, allí dicen que pasa una vez cada luna azul (“once in a blue moon”). Hace algunos años leí un divertido cuento corto de ciencia-ficción llamado Luna Azulada, donde su autora Connie Willis narraba las desventuras de varios personajes cuyas vidas cambiaban por la aparición de una luna azul.

Y por supuesto, no podemos olvidarnos de la balada Blue Moon (Luna Azul), escrita en 1934, que nos narra las penas de un hombre desventurado en amores, triste y melancólico.  Todo un ejemplo del mejor blues:

Blue Moon / you saw me standing alone /without a dream in my heart /without a love of my own…

 

Referencias:

H.C. van de Hulst, «Light Scattering by Small Particles». Dover Publications Inc. Nyeva York 1957

H. Horvath, G. Metzig, O. Preining y R. F. Pueschel,»Observation of a blue sun over New Mexico, U.S.A., on 19 april 1991″ Atmospheric Environment V.28. nº4, 621-630, 1994

William M Porch, «Blue moons and large fires» Applied Optics, V.28, nº10, p.1778-1784, 1989

William M.Porch, David S. Ensor, Robert J. Charlson, Jost Heintzenberg ,»Blue moon: is this a property of background aerosol?».  Applied Optics V.12 nº1, pp. 34-36, 1973



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Por Arturo Quirantes, publicado el 21 junio, 2011
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