La rebelión de los nerds

Por Arturo Quirantes, el 23 mayo, 2011. Categoría(s): Historias del Profe ✎ 8

Tyson awesome

Hace poco, encontré en la web de Paul Graham un ensayo titulado Why Nerds Are Unpopular, algo así como «Por qué los cerebritos no son populares»  Se trata de un artículo largo pero bastante interesante, ya que va más allá y analiza todo el sistema americano de clases y gradaciones dentro de la escuela primaria y superior.

El término nerd se utiliza en Estados Unidos para describir a una persona inteligente, mentalmente brillante, pero con habilidades sociales reducidas. Es lo que en español llamaríamos un empollón, o un cerebrito.  Prefiero el segundo término, ya que un empollón es poco más que alguien que «empolla» los libros, es decir, alguien que estudia mucho.  El cerebrito, además de ello, tiene una serie de estigmas sociales que lo hacen blanco de las burlas: la mente en las nubes, torpe, despistado, con gafas gruesas calculadora en el bolsillo, poco contacto social.  Si lo prefieren, puedo usar también la palabra pitagorín, en alusión a un personaje de tebeo de los años 60 y 70, aunque no recomiendo el nombre: comienzo por ahí, y acabo hablando de Mazinger Z y la batalla de las Termópilas.

Lo dejaré en cerebrito, o nerd, y seguiremos adelante. Asociado a ellos, hay otros grupos.  Tenemos a los geeks, que son los entusiastas de la tecnología, esos que saben todos los datos técnicos de su iPhone y la frecuencia de emisión del Bluetooth.  Vienen a ser como esos aficionados a la Fórmula-1, que hablan de alerones, repostajes y recuperación cinética como si los hubiesen inventado.  También tenemos a los frikis (freaks en inglés), que son aficionados en grado extremo a algo.  Son los que te saben decir cuántos golpes le ha dado Vegeta a Son Goku en Bola de Dragón o te recitan de corrido todos los rituales guerreros klingon.  Y luego tenemos a los hackers, esos McGyver de la informática (y no sólo de la informática), que saben usar máquinas y sistemas mejor que el tío que los diseñó.  Tribus realmente fascinantes, de las que volveremos a hablaren otro momento. Pero hoy toca hablar de los nerds.

En años recientes, el estereotipo nerd se ha ido modificando (las gafas y la calculadora son ya opcionales), pero sigue siendo los bichos raros del colegio. No es justo, pero en nuestros días se sigue considerando a un superdotado intelectual como a una cosa rara, en tanto que ensalzamos a los superdotados en atletismo.  Imagínense cómo será la cosa en la sociedad escolar norteamericana, donde el capitán del equipo de fútbol o béisbol es la indiscutible estrella, admirado por todos y escoltado por esas chicas florero minifalderas conocidas como cheerleaders.

Ejemplos de película los tenemos, y muchos.  Sobre todo de «cerebritos» relacionados con física.  No se trata de agotar el repertorio, así que ahí van unos cuantos (sutil forma de decir que ahora no recuerdo de la misa la media).

Podríamos comenzar con Revenge of the Nerds, una película de 1984 horriblemente traducida en España como La Venganza de los Novatos.  En ella, los «novatos» se hartan del predominio de los estereotipos populares (atletas cachas y rubias curvilíneas) y se lanzan al contraataque.  Al año siguiente, aparece Escuela de Genios (Real Genius), en la que un grupo de cerebritos compiten por ser el más listo, en una especie de escuela Top Gun intelectual donde los mejores de los mejores se han reunido para romper las reglas y chulear al cuadrado.  Casualmente, Val Kilmer aparece tanto en Escuela de Genios como en Top Gun (¡adivinen en cuál de ellas NO sale Tom Cruise!)  Aquí los nerds, lejos de ser un grupo marginado, forman su propio ecosistema, incluyendo celos, desencantos y alegrías.

Hay muchas películas donde aparecen nerds.  En el subapartado «ríete de ellos, que a mí no me duele», los nerds aparecen como científicos más o menos locos, más o menos inadaptados, incapaces de recordar el nombre de sus hijos, ya captan ustedes la idea.  Tenemos, por ejemplo, el papá chiflado de Cariño, he Encogido a los Niños, los diseñadores y técnicos de mantenimiento de Robocop, los diversos profes chiflados de, ejem, El Profesor Chiflado, el profesor Locovitch de los dibujos animados Autos Locos, el inolvidable e irritante Steve Urkel de la serie Cosas de Casa y múltiples personajes secundarios que hacen de poco más que de alivio cómico en películas como Inspector Gadget.

Hay una variante, algo más correcta políticamente, en la que los nerds pasan de ser bichos raros e inadaptados a tan sólo bichos raros.  En la actualidad, una de las series más populares en EEUU es The Big Bang Theory (Big Bang en España), donde un cuarteto de cerebritos absolutos viven en su mundo particular de teorías y pizarras blancas.  Tienen también elementos frikis y geeks, así que no es fácil separarlos.  En las películas de James Bond, el inolvidable Q se pasaba el día rumiando su «preste atención, 007» para que sus inventos fuesen tenidos en cuenta por el agente secreto guaperas.  Enemigo Público nos muestra a un excelente Gene Hackman dando vida a un nerd convertido en un ermitaño que trabaja en una jaula (literalmente) para no ser detectado por el gobierno. Y hay más ejemplos:

– El experto en radiación, de apellido griego variable, en Godzilla

– El médico y sabio en Master and Commander, al Otro Lado del Mundo

El vulcanólogo en Un Pueblo Llamado Dante´s Peak

– Los genios de la NASA en Armageddon y Deep Impact

– La reconvertida Siguorney Weaver en Avatar

– La doctora Arroway en Contact

– Los empleados de Memory Call en Desafío Total

– Los cuatro cerebritos que bajan al fondo del mar en Esfera

El técnico de antenas reconvertido en salvador de la humanidad en Independence Day

Los científicos que acaban convirtiéndose en superhéroes, como Spiderman o Hulk

– … o en supervillanos, como el Doctor von Doom o el Doctor Octopus

– Los científicos que luchan contra La Amenaza de Andrómeda

– El egiptólogo que busca civilizaciones al otro extremo del universo conocido en Stargate

– El Doctor Cucaracha (con la voz inglesa de House) en Monstruos contra Alienígenas

– Lisa, la ecoconcienciada, levemente repelente y «sabelotodista» hija de Los Simpson

– Spengler y Stantz, el corazón científico de los Cazafantasmas

– Hermione Granger, la inestimable ayuda cerebral al no siempre brillante Harry Potter

Y por supuesto, no podemos olvidarnos del nerd entre los nerds, el cerebrito por excelencia: el señor Spock de la megafranquicia Star Trek.  Como podéis ver, el mundo del cine y la televisión está «nerdificado» a más no poder.

El problema que tenemos los no vulcanianos es que no procedemos de un planeta donde la forma cool de ir por la vida es arquear una ceja y murmurar «fascinante» En el planeta Tierra, los nerds son útiles a la sociedad, pero a condición de que no se hagan notar demasiado.  Volviendo al primer párrafo, el artículo de Paul Graham (ahí va el enlace) intenta examinar los motivos por los que los cerebritos no son populares en la escuela.  Presenta algunos argumentos interesantes (con los que no tenemos necesariamente que estar de acuerdo), a los que he añadido comentarios de mi propia cosecha.

Afirma Graham, en primer lugar, que los nerds (hala, se me está pegando el término anglosajón) realmente no quieren ser populares.  En los «High Schools» norteamericanos todos quieren ser populares, famosos, admirados y envidiados.  Los nerds, no.  Bueno, he de matizar.  En realidad, sí que quieren serlo, igual que cualquier hijo de vecino, pero no se esfuerzan lo suficiente.  Los nerds tienen un mundo mental tan rico y apasionante que no se preocupan tanto por su aspecto físico, su ropa, su corte de pelo.  Quieren ser populares, pero también quieren ser inteligentes.  Y, parafraseando a Graham, ser popular no es algo que puedas hacer en tu tiempo libre, no en el fiero ambiente competitivo de una escuela de secundaria americana.

Cuando profundiza en los entresijos del sistema escolar americano, Graham da miedo.  Sobre todo, porque mucho de lo que dice puede aplicarse a las escuelas e institutos españoles.  La idea es la siguiente.  Se supone que un colegio es un sitio donde los niños aprenden, estudian y se relacionan entre ellos.  En teoría.  En la práctica, los profesores hacen el papel de carceleros en una prisión masificada.  Su misión se convierte en mantener en un lugar cerrado y controlado a centenares de enanos que no quieren estar allí.  La escuela se convierte en un microcosmos donde los estudiante forman sus propios grupos, sus afinidades, sus odios, sus alianzas.  Establecen grados y bandas.  Y, cuando necesitan un enemigo, lo crean.

Si os suena familiar, es porque los adultos lo hacemos todos los días.  Los inmigrantes nos quitan el trabajo.  Los políticos del partido contrario están destrozando el país.  Los del otro equipo de fútbol son unos zarrapastrosos que no merecen haber ganado la copa.  Los del pueblo de al lado son todos unos miserables, y no lavan las paelleras como nosotros.  Los alemanes nos están haciendo polvo con sus exigencias económicas, eso es que tienen envidia de nuestro sol y nuestro jamón.

En los centros de enseñanza, sucede algo parecido.  Como en una prisión, los carceleros intervienen lo menos posible.  Los odios, las alianzas, las pugnas de un grupo contra otro quedan ignorados por padres y educadores.  Solamente cuando se llega a un grado extremo (una denuncia por acoso escolar, una paliza, un suicidio), los adultos prestamos atención al problema.  Nos llevamos la mano a la cabeza, nos rasgamos las vestiduras, los expertos nos explican la cuadratura del círculo sin que nadie entienda realmente de qué va el problema.  Lo intentamos explicar a base de tópicos: los adolescentes son así, están en proceso de cambio, tienen que adaptarse a «la vida,» es la edad del pavo, la sociedad les presiona, no tienen futuro laboral ni esperanzas.  Sacamos los antidepresivos infantiles y llevamos a los niños al psicólogo. Lo que sea con tal de no afrontar cara a cara el problema real.

En ese microcosmos que se crea dentro de los centros escolares, se espera que chicos y chicas hagan todo lo imaginable por ser populares, guays, socialmente aceptables. Algunos se hacen comunistas, fascistas, kaleborrokeros o lo que toque más las narices en ese momento, no precisamente por convicción sino por parecer más «molones» y rebeldes; otros beben como cosacos, fuman o inician el camino de las drogas.  Van por su casa en plan rebeldes sin causa, cuando unos meses antes adoraban a sus padres.  Es lo trendy, la senda a seguir. Todo con tal de encajar, de molar, de llamar la atención.

Pero los cerebritos prefieren no jugar a este juego.   Si son atractivos, no se cuidan.  Si son atléticos, prefieren lucirse en la biblioteca que en la cancha.  Si tienen pasta, se compran un libro antes que unas Nike y se van a Futuroscope antes que a Port Aventura (a pesar de que también agradecerán las Nike y el viaje a Port Aventura).   Los nerds fijan sus prioridades de forma distinta.  Tienen cosas mejores en la cabeza, y no se esfuerzan como los demás en agradar a toda costa.

En consecuencia, los nerds forman una especia de presa natural para aquellos que necesitan meterse con alguien, el blanco de sus frustaciones.  Son el equivalente a la gacela herida en términos de vulnerabilidad.  Y no están solos en su valle de lágrimas, sino que forman parte de un grupo mayor que incluye otros a los que se pueda etiquetar como bichos raros: frikis, chiflados del ordenador, inmigrantes con acento raro, okupas, rastafaris, ponga usted su etiqueta favorita.

A la hora de desahogarse, nada como tener a mano a un grupo considerado inferior.  Paul Graham llega al extremo de recordarnos que, en Estados Unidos, el grupo social más hostil contra los negros son los blancos pobres. Puesto que carecen de dinero o posición social, al menos pueden sentirse superiores por el color de su piel.  Yo recuerdo que durante los disturbios raciales de 1992, originados por el caso Rodney King, los ciudadanos negros (bueno, afroamericanos) desencadenaron su odio y sus ansias de destrucción no contra los barrios blancos, sino contra los de otras minorías de mayor éxito económico y social: coreanos, chinos, hispanos.  Las casas y tiendas de los anglosajones blancos, el centro de la ciudad, los símbolos de poder de Los Ángeles … ni los tocaron.

Graham termina con una mezcla de pesimismo y esperanza que quiero compartir con ustedes:

«Los nerds que están en la escuela no deben contener la respiración.  Tal vez un día llegue al rescate una fuerza armada de adultos en helicópteros, pero no es probable que suceda este mes.  Cualquier mejora inmediata en la vida de los nerds tendrá que venir de ellos mismos.

Comprender la situación en la que están lo hace menos penoso.  Los nerds no son fracasados.  Tan sólo están jugando un juego diferente, uno mucho más cercano al del mundo real.  Los adultos lo saben.  Es difícil encontrar adultos con éxito que no afirmen haber sido nerds en el instituto.

Es importante que los nerds se den cuenta que la escuela no es la vida.  La escuela es una cosa extraña, artificial, mitad estéril y mitad salvaje.  Todo lo abarca, pero no es la vida real.  Es temporal, y si miras bien, podrás ver más allá, incluso mientras sigas en la escuela.»

Termina Graham afirmando que su ensayo es, en el fondo, optimista.  Estoy de acuerdo.  Entender el problema es el comienzo de su propia solución.  Como adultos, podemos y debemos hacer más para entender a nuestros hijos.  Y con eso me refiero a entender su punto de vista y sus inquietudes, no a convencerles de que, sólo porque tienen videoconsola y viven libres de hipoteca, su vida debería ser feliz.

Y a vosotros, chicos, chicas, estudiantes que sudáis la gota gorda por sacar las asignaturas mientras pensáis en la fiesta del sábado y suspiráis por el chico/a de vuestros sueños, atended el ruego de este adulto: no la toméis con los cerebritos.  Ya lo tienen bastante crudo.  Recordad que, en esencia, son iguales que vosotros, sólo que ellos tienen otras cosas en la cabeza.  Literalmente.  Pero entre ellos hay gente estupenda, igual que en todos lados.  Intentad descubridlos y veréis que no miento.

Y además, cuando necesitéis ayuda antes del examen, ¿quién mejor que ellos para echaros una mano? Ellos son inteligentes.  Sed listos vosotros.



8 Comentarios

  1. Como empollon marginado en el colegio que fuí, procedo a añadir un par de ellos más:
    – Malcom (y sus amigos) de la (genial) serie Malcolm in the middle.
    – El gran Bernard Bernoulli, del Maniac Mansion (este con todos los tópicos)

  2. En cambio hay una serie de personajes que o han sido nerds, en un etapa de su vida, o han estado cerca. Los «chicos de los garajes», Gates, Allen, Jobs, Wozniak …, no eran precisamente los más populares en sus institutos o Universidad y despues fueron, y son admirados. Igual se puede decir de los fundadores de google o facebook.
    No tan populares pero reconocidos en su campo, los creadores del RSA, Rivest, Shamir, Adleman no creo que fueron los ligones en sus años estudiantiles.

    1. Por favor, los fundadores de Microsoft y Apple solo eran ladrones. Lers robaron a Xeros. Por ejemplo, el ratón lo inventó Xerox, pero les robaron la idea durante una visita a la que les obligaron. El sistema de ventanas lo mismo, Microsoft tardó un poco en robarle la idea a Apple, que también la robó.
      Estos de nerds tenían poco. De ladrones avispados, mucho. Son cosas diferentes. Gates no creó el Ms-DOS. De hecho Gates no sabría ni utlizar el dump para obtener un pequeño listado en ensamblador.
      Date una vuelta por internet y busca la historia de estas dos empresas y verás que solo son unos mangantes y sus mejores logros son a base de comprar la tecnología de otros.

  3. ¡Que gran blog acabo de descubrir! Preveo grandes ratos leyendo todos sus post… Y éste en concreto me ha encantado. Hace poco pude ver en Discovery Channel un documental donde científicos americanos se lamentaban que en la actualidad no existían películas o series de TV donde los «nerds» fuesen protagonistas. Al parecer, muchos de esos científicos crecieron viendo películas y series de TV donde el científico era guapo, salvaba el mundo y se llevaba a la chica.
    Al menos, en la actualidad y en el mismo Discovery Channel tenemos la oportunidad de mostrar a nuestros hijos las andanzas de los «Mythbusters» o la serie inglesa «Brainiac». Vale que es ciencia a lo bruto, pero es una forma de interesar a los chavales. En España, a mi parecer, el programa de Pablo Motos es un triste intento de plagio de esos formatos, pero al menos es… algo.

  4. todo esto se resume perfectamente en La mala reoutación, de Brassens, ¿no crees?
    Los que no siguen al rebaño, o aquellos cuyo camino no va a Roma son molestos y percibidos como un peligro. El estigma de Caín del que habla Herman Hesse.
    No hay nada nuevo.

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Por Arturo Quirantes, publicado el 23 mayo, 2011
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