El Sistema Televisivo de Unidades (III): sección meteorológica invernal

Por Arturo Quirantes, el 3 noviembre, 2013. Categoría(s): Humor ✎ 2

STU 2007_08_22d

[Tercer capítulo de la serie «El Sistema Televisivo de Unidades»  Capítulo 1, Capítulo 2]

Tras las últimas revelaciones sobre el Sistema Televisivo de Unidades (STU) y su aplicación práctica en los casos en que hace buen tiempo, y teniendo en cuenta que se acerca el invierno (o eso dicen en Juego de Tronos), debo informarles sobre las prescripciones que tan original sistema de unidades tiene en todo lo relacionado con las bajas temperaturas, la inestabilidad, las precipitaciones y todo lo relacionado con el frío en general.

En este campo, el STU dispone de un sistema de unidades bien diseñadas. A lo largo de los años, los informativos han perfeccionado el arte de decir perogrulladas de forma que suene como si el fin de la Humanidad estuviese próximo. A ver cuántas reconocen ustedes.

Comenzaremos por una unidad en desuso, que debería ser eliminada oficialmente del STU: el Centímetro de Nieve (CdN). No sólo está la indignidad de usar una unidad oficial del Sistema Internacional, es que es algo caduco y en desuso. ¿Quién sale a la calle con una regla en la mano tras una nevada? Es mucho mejor pisar la nieve y ver hasta dónde nos hundimos. Por dicho motivo, se recomienda la sustitución por una nueva regla de medir: el ser humano. Tenemos así el prefijo Nievehasta. El corresponsal metido en la nieve nos mostrará con su propio cuerpo el nivel de nieve caída: nieve hasta los tobillos, hasta las rodillas, hasta las caderas.

En caso de que el corresponsal no esté lo bastante motivado para darlo todo por la emisora, se considerará aceptable medir por delegación. Para ello, nada mejor que coger la cámara y filmar a niños o mayores enfrascados en la tarea de caminar por los campos nevados. Eso sí, una actitud tan poco profesional indica a los jefes que el corresponsal no está sintiendo los colores, y eso puede perjudicar su futuro profesional.

El problema del prefijo Nievehasta es que el cuerpo humano no está lo bastante bien milimetrado, y entre los tobillos y las rodillas no hay forma de detallar mucho. Lo mejor es mostrar imágenes de gente andando por la calle, o de coches con la capa de nieve sobre el techo. Que esto es un informativo televisado ¿no? Pues a mirar y punto pelota.

Y hablando de pelotas, esa es la unidad para medir granizos. Más concretamente, usaremos la unidad Comopelotas para medir el tamaño de los trozos de granizo. Tenemos granizo como pelotas de golf, como pelotas de tenis. En caso de que al corresponsal le falten pelotas, puede usar otros elementos comparativos: canicas, nueces, naranjas. Por supuesto, no hablaremos de tamaño medio, sino del máximo que podamos encontrarnos. Si cada trozo del tamaño de una pelota de golf viene acompañado por quinientas canicas, a la porra las canicas. Hemos de ponernos siempre en lo peor. Ah, y queda terminantemente prohibido expresar medidas en milímetros, centímetros, o lo que quiera que use la gente normal, bajo pena de destierro. Almudena Ariza lo intentó una vez, y la pobre se pasó años pringando solita como corresponsal de TVE para toda Asia Oriental. Mucho ojito con eso.

En relación con las lluvias, el litro por metro cuadrado sigue siendo unidad de rigor,  pero hay que usarla mal. Hay que limitarse a hablar de tantos litros de agua, sin indicar si son por metro cuadrado, por hectárea o por estadio de fútbol. Algún día nuestros teleinformadores se darán cuenta de lo ridículo que suena eso de «han caído veinte litros en Segovia», porque vamos, si son tan sólo veinte litros para toda la ciudad eso no da ni para mojar las calles. Eso de relacionar litros con metros cuadrados, aunque técnicamente más correcto, da mucha pereza.

Indicar litros por metro cuadrado o niveles de nieve puede estar bien, sobre todo en los pueblos, que para eso están, para que les llueva encima. El problema es que, si lo que buscamos es dar imagen de informativo audaz y moderno, limitarse a dar los valores de litros por metro cuadrado caídos en Cádiz queda muy aburrido. Hay que hacer que el espectador vibre con la noticia, que sus nervios estén tensos como cuerdas de violín. En definitiva, debe vivir la información de la lluvia en Santander como si el barrio de al lado estuviese siendo arrasado por una tromba de agua. Hay que dar espectáculo, miedo, emoción, convertir esa parte del telediario en una película de tipo cine de catástrofes.

¿Cómo conseguirlo? El índice Provincias en Alerta (PeA), de que ya hablamos en el capítulo anterior, es una buena forma de empezar. La ventaja ahora es que decir que hace calor da poco juego, pero el tiempo invernal, tormentoso y lluvioso tiene muchas más posibilidades de acongojamiento en masa. Estas unidades de desastre invernal ayudarán en la tarea. Apréndaselas bien.

El Pueblo Aislado. Evidentemente, cuantos más pueblos hayan quedado aislados, más gorda es la nevada. El problema es que no todas las provincias tienen igual número de pueblos aislados, con lo que esta medida sería poco fiable. También tiene el problema de ser un parámetro cuyo valor está en relación con la proximidad a Madrid. Es decir, un pueblo aislado en Boadilla del Monte equivale como a una docena de pedanías gallegas. Sea cual sea su ubicación, el Pueblo Aislado es ideal para transmitir una idea de idílico paisaje nevado justo antes de la tragedia, como en las películas. ¿Que la cosa no va a más? No importa, ya tenemos la noticia de todos modos. ¿Que luego vienen más problemas, como dificultades en el suministro o un accidente al resbalar con placas de hielo? En ese caso, la noticia inicial dará paso a una serie de reportajes sensacionales del tipo «una tragedia que pudo haberse evitado.»

Los Niños que No han Podido Ir a Clase. Suena a chorrada, pero frases del tipo » la nevada ha sido tan gorda que ni los niños han podido llegar al colegio» envían al espectador un poderoso mensaje. En una sociedad en la que los niños son lo más valioso y digno de ser protegido, decir que no pudieron llegar al colegio transmite una idea de catástrofe total, de desaparición de los servicios públicos, de que el tejido básico de nuestra civilización se encuentra al borde del abismo. Por supuesto, podríamos fijarnos en otros problemas de interrupción de servicios, pero el impacto sería inadecuado. Si resulta que se ha ido la electricidad, el agua o el suministro de lacasitos, no llama tanto la atención porque no representan un problema a corto plazo y, de todos modos, todos los hemos sufrido incluso sin situación de alerta.

Hay ciertos límites que hasta ahora nadie se ha atrevido a traspasar. Está vetado decir que las ambulancias o los bomberos no pueden llegar a su destino, porque eso acojonaría excesivamente a la población. Una cosa es no tener tele, y otra muy distinta que se me queme la casa y los bomberos no puedan llegar. De momento, los informativos no se atreven a cruzar esa tenue línea roja que separa la espectacularidad del pánico de masas (algún día se atreverán y la cruzarán, pero esa es otra). Los niños que no van al cole es una especie de caso intermedio, un elegante compromiso. Es algo muy serio porque hay niños involucrados (¿y quién no va a pensar en los niños?), y al mismo tiempo tiene un impacto social escaso porque los chavales pueden coger los trineos y disfrutar de la nieve. Mientras los niños sonrían, todo irá bien.

Las Quitanieves Hay carreteras por todos lados, ¿no? Pues cuantas más quitanieves haya en funcionamiento, tanto más nieve ha caído, es de cajón. Vengan las quitanieves, que son el equivalente de los Panzers para luchar contra el enemigo blanco. Una nevada que no precise quitanieves no es nevada ni es nada. Si ha caído tanta nieve que necesitamos una quitanieves, entonces es noticia; si no, la cosa no pasa de una anécdota.

La unidad Quitanieves debe ser necesariamente flexible. En primer lugar, hemos de recordar que los quitanieves se reservan para las carreteras y autovías, y no es raro que los pueblos pequeños no las vean ni en pintura. En ese caso, admitiremos libremente los tractores de campo, motocarros e incluso palas manuales como Quitanieves Rurales. Asimismo, admitiremos las Quitanieves Inexistentes, que son los que la gente reclama que debería haber y no hay. Ya saben, ese conductor o camionero que, al ser entrevistado, se indigna de que no aparecen y así está la carretera bloqueada. Aderécese con algunos comentarios del tipo «es indignante» y «esto es propio de un país tercermundista» para obtener la Quitanieves Inexistente Imperiosamente Necesitada, que es igual que la anterior pero de indudable mayor efecto mediático.

Los Vehículos Bloqueados Está relacionado con la quitanieves invisible imperiosamente necesitada, mencionada antes. Un aumento en el número de tales quitanieves implica carreteras cortadas, conductores tiritando bajo una manta y gente cabreada en general. También es aplicable en caso de lluvia intensa o desprendimientos de tierra (no importa que allí las quitanieves no sirvan). Asociada al Vehículo Bloqueado, se encuentra otra unidad llamada Camión Atrapado en Área de Servicio, mucho más llamativa. Curiosamente, en ninguno de los dos casos se hace referencia a los conductores ni ocupantes, lo que hace pensar que los humanos no son relevantes. Puede que sea una referencia a que, en nuestra sociedad de consumo, lo importante es tener coche y la gente es secundaria. O, sencillamente, que resulta más fácil contar vehículos y hace mucho frío para florituras.

Las Toneladas de Sal. La sal se usa, como todos sabemos, para evitar que la nieve se hiele. Es cuantificable, y por tanto resulta una unidad perfecta para medir el impacto de una nevada. No admite submúltiplos, ya que una nevada que requiera unos meros kilos de sal no es nevada ni es nada; si acaso se aceptará la expresión «centenares de kilos de sal,» en el entendido de que centenares significa en lenguaje televisivo algo así como «muchos, pero no me pidas que haga números.» En ciudad, resulta unidad imprescindible. En carreteras, puede combinarse con la Quitanieves, o bien usarse de modo independiente.

Digamos, para resumir lo anterior que en la guerra del invierno las quitanieves son el tanque, la sal hace de munición, los niños que no han podido ir a clase son los refugiados, y los vehículos atrapados son los daños colaterales. ¿Qué, a que suena de lo más militar? Pues sigamos en esa línea.

Las Salidas de los Bomberos. Esta unidad de medida es extraordinariamente útil en situaciones de baja intensidad destructiva. Si la tormenta, tromba de agua o granizo han pasado sin más que leves destrozos, podríamos pensar que no ha sido para tanto, ¿verdad’ Inaceptable. La STU debe reforzar el mensaje de que estamos a las puertas del Apocalipsis. Para ello, nada mejor que contabilizar las salidas efectuadas por los bomberos. A ese abnegado cuerpo le toca siempre hacer de barrenderos McGyver. ¿Un árbol se ha desplomado en medio de la calle? Salida de bomberos. ¿Sótanos anegados por la lluvia? Salida de bomberos. ¿Hay tejas que caen al suelo? Salida de bomberos. ¿Un gato se ha quedado atrapado en lo alto de un árbol? Salida de bomberos.

A los pobres bomberos les toca siempre lidiar con este tipo de situaciones, que en su mayor parte son más propias de una cuadrilla de obreros, pero como estamos en alerta, que se fastidien. Un número alto de salidas de bomberos es la forma elegante de decir «uy, fijaos la de sótanos en los que se ha embalsado agua.» Pero supongamos que los bomberos no son los únicos en la tarea. Puede que haya más personas involucradas (protección civil, policía, brigadas forestales). No hay problema, tenemos un palabro especial para nombrarlos a todos:

Los Efectivos. Esta es la unidad estándar para indicar «un grupo de personas que están haciendo algo.» Pueden ser efectivos de extinción de incendios, de evacuación, tropas desplegadas en lo que ahora se llama misión de paz, lo que sea. No hay que molestarse siquiera en averiguar en qué cuerpo militan. Ya es penoso para el corresponsal llegar al lugar del siniestro y hacerse una idea de la situación, para encima ponerse a jugar a las adivinanzas con los uniformes. Todos son efectivos, y puno.

Hay un problema lingüístico con el uso del término «efectivos.» Según la RAE, es un término que indica la totalidad de fuerzas militares o civiles con una misión conjunta. Eso significa que es un término incontable, no hay un número de efectivos. Se debe lablar de «los efectivos» cono expresión genérica, no como unidad contable. Es decir, algo así como «los efectivos desplegados sumaron doscientos hombres.» En los informativos pasan de hablar correctamente, y se han acostumbrado a hablar tranquilamente de que «se desplegaron doscientos efectivos.» Así se evitan tener que precisar si son de protección civil, cuadrillas, soldados, guardias civiles o un conjunto de todos ellos. En lugar de términos como personas, trabajadores, miembros del equipo de emergencias o algún otra palabra más correcta, el diccionario de sinónimos se tira a la basura y todo el mundo queda bautizado como efectivos. Y ni siquiera hay que hacer distinción de género, porque no hay «efectivas.»

Los Medios. El problema del uso de términos incontables para contar se extendió a esta unidad. Su uso comenzó cuando los corresponsales en incendios forestales se pusieron a contar hidroaviones. Parece algo sencillo, pero luego vinieron las avionetas, y los helicópteros. ¿Cómo contabilizar tanta flota aérea? Lo correcto sería llamarlos «medios aéreos,» en general, como término incontable. En lugar de eso, trasparason la técnica de los efectivos. Ahora se limitan a contar los bichos metálicos que hay en el aire y nos dicen que en la extinción del incendio participan «dieciocho medios aéreos.» Mal para nuestro pobre idioma, pero bien para el Sistema Televisivo de Unidades.

Lo mejor del término medios es que, con algo de imaginación, podemos usarlo para cualquier cosa. A no tardar mucho, acabarán usando el mismo truco para los camiones y vehículos de bomberos, y se limitarán a dar un parte del número de «medios terrestres.» Los camiones que llevan la sal a las quitanieves, o el agua a los bomberos, pueden rebautizarse como medios logísticos. Los ordenadores para predicción del tiempo, o para cálculo de los kilómetros de retención a la salida de las grandes ciudades, serán los nuevos medios informáticos. Los náufragos de patera serán rescatados por los medios marítimos y procesados por los medios de ayuda humanitaria. Espero ilusionado el día en que los blogueros seamos ascendidos a medios informativos, aunque sospecho que los «mass media» de siempre no querrán reconocer la competencia.

Ya lo saben, amigos. A partir de ahora, el conjunto de elementos humanos y mecánicos usado para luchar contra cualquier tipo de desastre se contabilizarán con esas dos unidades: efectivos para los seres humanos, medios para los vehículos del tipo que sea. Si alguien quiere distinguir entre helicóptero e hidroavión, o entre guardia civil y policía local, que mire las imágenes, que son espectaculares.

Pero hay situaciones en las que ni siquiera los medios son suficientes para lidiar con la emergencia en ciernes. No se preocupen, aún disponemos de grandes recursos. Es hora de pasar a Defcon 3. ¿Preparados? Pues aquí estás la unidades especiales del STU para grandes calamidades.

La Unidad Militar de Emergencias. A pesar de su nombre no es realmente una unidad de medidas sino una especie de «cum laude» a la emergencia. La idea subyacente es que, si la UME ha participado, entonces el jaleo ha sido realmente grave. Indudablemente, el impacto televisivo de un fenómeno meteorológico aumenta grandemente si el ejército aparece tendiendo puentes sobre ríos desbordados, remolcando camiones con tanquetas o quitando escombros de un polideportivo. La presencia de la UME es garantía de espectacularidad, una especie de marchamo de «desastre certificado.»

Que quede claro algo: la UME hace una gran labor. Eso es indudable, y no pretendo ni por un momento menospreciar su trabajo. El problema es que nos los presentan como los superhéroes que van a salvarnos del desastre, como si se bastasen solos; los demás sólo hacen bulto. De hecho, hay veces en que directamente nos comentan la llegada de la UME a un desastre, sin preocuparse en informarnos de los miles de «efectivos» que ya están trabajando sobre el terreno. Un poco injusto, pero esto es el mundo de los informativos. Se trata de entretener, alucinar y, si es posible, informar. Lo de la justicia se la dejamos al Llanero Solitario.

El Gabinete de Crisis. Si la UME es el cum laude, el Gabinete de Crisis es el Oscar a los Efectos Meteorológicos Espectaculares. Cuando la cosa es tan gorda que ha habido que montar un Gabinete de Crisis, es que la que está cayendo es de órdago, hasta tal punto que los mismos ministros y el Presidente han tenido que interrumpir sus tareas habituales de gobierno para dedicarse en cuerpo y alma a la resolución de la crisis que amenaza nuestra seguridad. Por supuesto, esa es la teoría. En la práctica, puede que la cosa no sea para tanto y baste con reunir a media docena de subsecretarios en una habitación con ordenadores y cafetera.

El inconveniente, en cualquier caso, es que la propia palabra crisis está algo desfasada. Nos hemos acostumbrado tanto a ella (empezando por la crisis económica) que una crisis suena ahora como algo más que un simple susto, poco más. Sin embargo, tiene sus ventajas. La primera y principal, da la impresión de que nuestros gobernantes están echando el resto. En segundo lugar, su escalabilidad permite aplicar el concepto a cualquier grupo. Es decir, podemos hacer una escala de categorías similar a la de los huracanes. He aquí la que me atrevo a bautizar como Escala Quirantes para Grupos de Crisis y Emergencias. En orden decreciente de importancia, tenemos:

Gabinete de Crisis (Categoría 1). Dígase así cuando ya reunión involucre a ministros del gobierno. Se supone que la preside el Presidente (que por eso se llama así), pero si no se encuentra disponible valdrá cualquier vicepresidente que pase por ahí.

Comité de Crisis (Categoría 2) Será el caso cuando los reunidos no pasen de Secretarios de Estado.

Comisión de Seguimiento (Categoría 3) Será la denominación oficial cuando no aparece nadie más importante que un Director General.

Grupo de Coordinación (Categoría 4) A estas alturas, la crisis no es crisis ni es nada. Los asistentes a dicho grupo son los responsables de seguridad, policía, protección civil, etc. Cuando la crisis es gorda, son los que llaman por teléfono a los gabinetes y comités de las categorías 1 al 3. Es decir, son los que realmente hacen el trabajo.

Grupo de seguimiento (Categoría 5). No pasa nada, no hay urgencia, ustedes vayan enviándonos la información que ya veremos lo que haremos con ella. Su utilidad básica es la de poder justificarse frente a la población y asegurarles que se está haciendo algo.

Esta clasificación se complementará en su caso con diversos apelativos. Dependiendo del impacto mediático que se pretenda, se podrá añadir «de emergencias». En realidad no añade nada nuevo, porque ya suponemos que una crisis involucra algún tipo de emergencia, pero suena más molón y parece más meritorio. Una Comisión de Seguimiento de Emergencias se considerará un grupo de Categoría 3A.

Es muy importante tener en cuenta que hay crisis y crisis. En algunos casos, uno se puede ir a casa por la noche, pero en otros casos debemos dejar a alguien a cargo del teléfono durante toda la noche, por si llama alguien interesante. En este último caso, puede añadirse el apelativo permanente. De ese modo, una Comisión de Seguimiento Permanente alcanzaría una calificación de Categoría 3+. En teoría, podrán combinarse ambas (p. ej: Comité de Crisis Permanente de Emergencias = Categoría 2A+), pero el periodista medio podría liarse con tanta palabra junta.

Como tercera ventaja, el gabinete de crisis (en la variante que se desee) puede aplicarse en cualquier órgano de gobierno: central, autonómico, local. Con tantas competencias transferidas, ¿por qué no puede una comunidad autónoma montar su propio gabinete de crisis? Magnífica excusa para justificar competencias, darse lustre en los medios de comunicación, y de paso justificar inversiones millonarias. Porque ni que decir tiene, cualquier gabinete de crisis, de la categoría que sea, precisa de un Centro de Coordinación de Emergencias. Incluso los ayuntamientos pueden hacer sus pinitos. Cualquier ciudad de tamaño mediano puede aspirar a su propio Centro de Coordinación, y en su defecto siempre habrá algún salón de plenos vacío en alguna parte del consistorio. Lo importante es dar la impresión de que las eminencias grises se reúnen para salvarnos a todos nosotros, pobres corderillos indefensos.

Una vez pasado lo peor, en lo que la gente de deportes llamaría «el pospartido,» la noticia puede seguir estirándose. Aunque ya solamente queda filmar los destrozos y poco más, existe un conjunto de unidades cuyo uso confieren un estatus especial al desastre. En realidad, son aplicables a todo tipo de catástrofes, así que los presentaré en el próximo capítulo. Mientras tanto, prepárense para lo peor. Se aproxima el invierno.  O al menos, eso dice la camiseta de @biogeocarlos



2 Comentarios

  1. Genial serie, espero con impaciencia los próximos capítulos.

    Una cosa, si me permite la osadía de corregir al maestro, Sr. Quirantes. Creo que se ha liado al comparar la Escala Quirantes para Grupos de Crisis y Emergencias con la categorización de huracanes, ya que en estos la categoría 5 es la de mayor valor. A lo mejor pensaba usted con la escala DEFCON, digo yo.
    Por lo demás, perfecto post. Y yo sí que le considero como un MEDIO INFORMATIVO (así, en mayúsculas)

  2. Otra cosa que no puede faltar es batir algún record. Si no cae la mayor nevada de la década al menos dos o tres veces durante el invierno se puede decir que ha sido el invierno con menos nieve desde hace muchos años. Y así con cualquier detalle de la noticia: Tiene que ser la mayor ola de calor, o inundación, o nevada, o cantidad de lluvia, o lo que sea en muchos años. Si ni siquiera los mas ancianos recuerdan algo parecido mucho mejor…

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Por Arturo Quirantes, publicado el 3 noviembre, 2013
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